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viernes, 4 de febrero de 2011

JAMES M. FOX – RENVERSEZ LA VAPEUR!


James M. Fox, Renversez la vapeur!, Coll. Série Noire nº 346,
Gallimard, Paris, 1956

Si recorrer las páginas de cualquiera de los libros que integran esa auténtica Biblioteca Mayor del género que es la Série Noire de Gallimard siempre constituye un deleite para el aficionado, aún lo es más cuando el relato escogido reúne, sin excepción, todos los ingredientes propios de un particular estilo de narrar historias que no sólo ha conseguido doblar la esquina del milenio manteniendo una relativa buena salud, sino que parece reverdecer en esta edad de hierro nuestra en la que los estantes de las librerías están tan llenos de autores aclamados como de pésimos narradores, resultando ser unos y otros las mismas personas

lunes, 8 de febrero de 2010

CRÍMENES COMPILADOS - "SUPERCRIMEN" DE NOVARO

Anthony Boucher (sel.), La crema del crimen, Novaro, México, 1975

Bien conocida es, en España como en América Latina, la importante actividad de la mexicana editorial Novaro en el mundo del cómic. En el campo del libro popular y de bolsillo también existen en el universo teletópico distintas muestras de su hacer editorial, eso sí, algo dispersas. Particular interés presenta la colección de las novelas de Tarzán, a la que dedicaremos próximamente una entrada. Hoy les presento, sin embargo, tres ejemplares de la colección "Supercrimen", rescatados hace poco de un recóndito lugar de la biblioteca.

En primer lugar, la antología de relatos titulada La crema del crimen, cuya compilación estuvo a cargo de Anthony Boucher. Procede de una edición canadiense de la editorial Dell. La relación de Novaro con Dell parece que fue muy intensa durante algún tiempo, como se pone de manifiesto en el hecho de que una de sus colecciones se denomina Nova Dell. Incluye textos de autores desconocidos para mí, excepción hecha de Romain Gary que firma el que lleva por título "El humanista".

Gerald Sparrow (comp.), Las reinas del crimen, Novaro, México, 1975

El segundo número de la colección, Las reinas del crimen, es una recensión, firmada por Gerald Sparrow, de los principales hechos relativos a la actividad delictiva de mujeres criminales a lo largo de distintas épocas. Este material es inglés y fue publicado por Barker, de Londres, en 1973.

Rayner Heppenstall, Barba azul y otros, Novaro, México, 1975

En el tercero, Barba Azul y otros, Rayner Heppenstall (Bluebeard and After, Peter Owen, London, 1972) -quien, según he podido comprobar, fuera amigo íntimo de George Orwell- nos introduce, ciertamente de manera un tanto desordenada, en la azarosa vida de algunos de los mayores criminales de la historia del delito en Francia, incluido el implacable Landru, tristemente famoso en su tiempo por haber mandado al otro mundo a un buen número de mujeres, sobre las que el oscuro personaje parece ser que ejercía una fatídica atracción.

Gerald Sparrow, Crímenes paionales, Novaro, México, 1975

El cuarto, esta vez con Gerald Sparrow como autor, se consagra a los Crímenes pasionales (Crimes of Passion, Barker, Londres, 1973) asunto de singular interés en tiempos pasados que ocupara columnas enteras en las gacetillas, ya fueran cometidos éstos por varón o por mujer. Me fastidia no encontrar mi propio volumen, que por el momento tengo extraviado. No obstante, afortunadamente he podido encontrar en Todocolección un ejemplar para mostrarles la portada.

Desconozco el número total de volúmenes que formaron la colección, de manera que agradecería a quien esté en posesión de alguna información al respecto, se pusiera en contacto con Acotaciones o bien dejase su comentario más abajo, para tratar de cubrir tan imperdonable laguna.

© Acotaciones, 2010

viernes, 6 de noviembre de 2009

JAMES M. CAIN - AL FINAL DEL ARCO IRIS

James (M.) Cain - Al final del arco iris, Col. Esfinge nº 42, Noguer, Barcelona, 1976 (Traducción del inglés de Enrique de Obregón)

Cuando un autor se hace archifamoso por una de sus novelas, el resto siempre ha de parecer obra menor. Esto ocurre con James M. Cain, célebre por haber sido el autor de The Postman Always Rings Twice (El cartero llama dos veces, Emecé, Buenos Aires, 1945, Col. "El Séptimo Círculo" nº 11), publicada en Nueva York por Alfred A. Knopf en 1934 y llevada al cine en varias adaptaciones, pero sobre todo conocida por el gran público a través de la versión de 1946, dirigida por Tay Garnett, con Lana Turner y John Garfield en los papeles principales, y la versión de 1981 de Bob Rafaelson, con Jessica Lange y Jack Nicholson como protagonistas. Pero, como saben bien nuestros seguidores, a nosotros nos gusta hablar de todo lo que suene, despectivamente o no, a obra menor.

Los entendidos están en que si se puede o no se puede considerarse a James M. Cain como miembro de la escuela hard-boiled (el propio autor declinó pertenecer a cualquier obediencia literaria) y los que, como yo, lo somos menos no sabríamos pronunciarnos al respecto. En último extremo, esto nos trae al fresco. Lo que podemos apreciar y apreciamos en su obra es un sesgo particular, propio e inalienable a considerar las cosas desde un punto de vista freudiano, buceando de forma más directa que tangencial en las pulsiones sexuales de sus protagonistas.

Cubierta de un ejemplar de la primera edición de Rainbow's End, en la línea del más puro diseño pop de los primeros setenta. Un intento tardío y no excesivamente afortunado de James M. Cain por congraciarse con sus antiguos lectores

En la novela que hoy presentamos, Al final del arco iris (Rainbow's End, Mason/Charter, New York, 1975), esta tendencia aparece de manera evidente desde el principio reflejada en los comportamientos de una familia de montañeses de Ohio enraizada en las tradiciones familiares que les son características, entre éllas, las relaciones incestuosas. El deseo de la madre (que, como el lector más adelante descubrirá, no es tal, sino tía) por su hijo, protagonista del relato, refleja de manera extraordinaria hasta qué punto los personajes de Cain responden a arquetipos freudianos. Completando este elenco edípico aparecen otras dos figuras femeninas. De un lado, la joven azafata secuestrada por el criminal que desencadena la acción de la novela, mediante la que el autor trata de disipar cualquier atisbo de duda sobre la capacidad del protagonista a la hora de resolver su latente complejo frente a la sociedad. De otro lado, su verdadera madre, figura autoritaria y resolutiva que, para terminar de componer el cuadro, añade la pizca de sadomasoquismo necesaria en todo buen recorrido por los tortuosos vericuetos del psicoanálisis.

Cubierta desplegada de la edición de Noguer. Nuevamente el ilustrador nos es desconocido

Completa el cast de personajes de la escuela vienesa un padre, cuya identidad desconoce el protagonista, que en este caso no es odiado por el hijo, pues no sabe cuándo ni cómo poseyó a su verdadera madre, sino que es idealizado como contrafigura del que fuera padre adoptivo, un tejano simplicísimo y banal, que se manifiesta en el relato a través de la casa-rancho que construyera veinte años atrás para albergar a su familia. Como pueden ver, todo un tesoro de experiencias para el aficionado al psicoanálisis.

En el plano literario, Al final del arco iris presenta afinidades, por la linealidad y la concreción argumental de la trama con obras de autores coetáneos, tales como ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy. El estilo es directo, pero no descarnado, quizá debido al hecho de que esta novela fue escrita en 1975 (una de las últimas publicada en vida del escritor) cuando el género había sufrido ya considerables transformaciones. La traducción, más que aceptable, permite advertir la pericia de Cain a a la hora de construir los diálogos. Dentro del capítulo de las objeciones, cabe señalar, no obstante, una cierta querencia a excederse en la descripción topográfica y a alimentar una relativa confusión, derivada del uso indiscriminado de la cinemática.

Fotograma de The Postman Always Rings Twice (1946), en la espléndida versión de Tay Garnett, con Lana Tuner y John Garfield

En efecto, los personajes no paran de ir de aquí para allá, terminando por provocar una sensación de desorientación en el lector. Finalmente, un último reproche. Sin saber muy bien porqué, la novela se muestra un tanto plana en sus colores. El paisaje, el ambiente y los personajes, no terminan de formar un todo armonioso. Hay algo que falla, pues a diferencia de los grandes relatos del género, en que la atmósfera envuelve de tal manera al lector hasta el punto de que muchos detalles pasan inadvertidos, diríase que esta obra otoñal de James M. Cain flota por momentos en el vacío.

* * *

James M(alham) Cain nació en Annapolis en 1892 y murió en University Park en 1977. Ejerció de periodista y publicó sus obras de mayor éxito a mediados del siglo pasado. Además de El cartero llama dos veces, Cain obtuvo en 1941 un gran éxito de crítica con Mildred Pierce (traducción española, El suplicio de una madre, Emecé, Buenos Aires, 1946, Col. "La Puerta de Marfil" nº 6) y en 1945 con Double Indemnity (traducción española, Pacto de sangre, Emecé, Buenos Aires, 1945, Col. "El Séptimo Círculo" nº 5) que había sido publicada previamente en 1943 bajo el título de Three of a Kind. Ambas fueron llevadas con éxito también al cine.

Sería de un altísimo interés conocer la opinión de algún seguidor de Acotaciones que desde tierras australes nos pueda ilustrar sobre la obra de Cain en las dos venerables colecciones creadas por Borges y Bioy Casares.

© Acotaciones, 2009

lunes, 26 de octubre de 2009

WILLIAM ARD - JOURNAL D'UNE SAUTERELLE

Version française

William Ard, Journal d'une sauterelle, Coll. Série Noire nº 151, Gallimard, Paris, 1953

Los primeros números de la Série Noire de Gallimard son una fuente inagotable de sorpresas, todas ellas agradables. La penúltima que ha pasado por nuestras manos es la narración del novelista norteamericano William Ard titulada The Diary (Rinehart and Co., New York, 1952) aparecida en Francia como Journal d'une sauterelle (literalmente, Diario de una jovencita) y en castellano como El diario (Jacobo Muchnik, Buenos Aires, 1955). En la novela, el atractivo detective Timothy Dane se ve envuelto en una compleja trama político-criminal que gira en torno a la desaparición del diario íntimo de la hija de un potentado que pretende hacer su entrada en la política para postularse al cargo de gobernador. Como buena niña malcriada, Diane Rebow, autora del controvertido diario, se interesa por todo y por nada. Lo mismo frecuenta los countries más selectos del estado de Nueva York que los más infectos antros de la ciudad, como el club "El Blanco", donde trabará conocimiento con el drogadicto y camello de tres al cuarto Ricci Navarro, con quien intima y se estrena, entre otras cosas, en el secreto placer de aspirar el humo de la marihuana.

Cubierta de un ejemplar de The Diary en edición de bolsillo, publicada por la Popular Library Paperback de Nueva York en 1953. La ilustración es mucho más prudente que otras de libros del mismo autor aparecidas posteriormente en esa misma editorial.

Navarro roba el diario a la chica con la aviesa y, como se verá, más que peligrosa intención de extorsionar a su creso progenitor. Es entonces cuando entra en danza Timothy Dane, joven pero experimentado investigador privado que tendrá por misión llegar a un acuerdo con Navarro para entregarle un buen fajo de billetes a cambio del dichoso diario. Todo empieza a ponerse feo cuando lo que se encuentra Dane en el piso superior de "El Blanco" no es otra cosa que los restos mortales del aprendiz de extorsionador con una buena cantidad de plomo encima. Pero el agudo detective enseguida se da cuenta de que algo que no encaja. Parece que antes de liquidar a Navarro alguien le propinó una fea, pero que muy fea, paliza...

Aquí les dejo, con la intriga de saber como sigue un relato que tiene su punto de emoción, su tanto de intriga y, lo que siempre es de agradecer, un buen cast de chicas guapas y bien formadas que pasean sus encantos por la mansión del millonario Sr. Rebow. En la línea de lo más hard-boiled de principios de los cincuenta, The Diary rezuma el almizcle característico de los mejores relatos del género. William Ard sabe como manejar los recursos narrativos para hacer que el lector no pierda uno solo de los detalles de la acción.

Cartel publicitario de la versión española de la película de Alfred Hitchcock, La soga (1948), cuya campaña de promoción dirigió William Ard, por entonces empleado de la Warner Bros.


Buen conocedor, según sus escuetos biógrafos, del territorio que describe en sus novelas, nada escapa a su implacable mirada, ni los policías venales, ni los políticos corruptos, como tampoco los mafiosos italianos que tratan de dar la impresión de ser personas decentes poniendo cara de ciudadanos ejemplares cuando se les pregunta por sus sucios tejemanejes. Por encima de todo, un Timothy Dane quien, si bien responde al cliché de detective duro, buen encajador y mejor pegador, además de guapo que trae a todas de calle, presenta al mismo tiempo no pocas dosis de sentido común y un moderado sentido del humor. Ciertamente, un serio candidato a entrar, como mínimo, en un honroso "top 30" de los detectives privados de la más negra de las series.

* * *

William Ard (1922-1960) firmó algunas de sus novelas con este su nombre auténtico, aunque en muchas otras utilizó los seudónimos de Ben Kerr, Mike Moran, Thomas Wills y Jonas Ward, este último para la serie de novela dedicadas al amable protagonista de sus westerns, llamado Buchanan, a quien dedicó una amplio número de relatos. Lou Largo y Danny Fontaine fueron otros de los personajes creados por la pluma de William Ard. Trabajó como publicitario de la Warner Bros., donde asumió, entre otras, la responsabilidad de promociar la película Rope (La Soga, 1948) de Alfred Hitchcok.

© Acotaciones, 2009


SÉRIE NOIRE: WILLIAM ARD - JOURNAL D'UNE SAUTERELLE


William Ard, Journal d'une sauterelle, Coll. Série Noire nº 151, Gallimard, Paris, 1953

Les premiers numéros de la série Noire de Gallimard constituent une source inépuisable pleine d'agréables surprises. L'avant-dernière dont nous avons pu jouir jusqu'à présent est la narration du romancier américain William Ard qui porte le titre The Diary (Reinhart & Co., New York, 1952), roman paru en France sus le titre de Journal d'une sauterelle (traduction de J.G. Marquet), dont la version espagnole reçut celui de El diario (Jacobo Muchnik, Buenos Aires, 1955). Dans ce roman, l'attirant detective Timothy Dane se voit mêlé à une complèxe affaire politico-criminale qui tourne autour de la disparution du journal intime de la fille d'un gros magnat prêt à faire son entrée dans la politique comme candidat au poste de gouverneur. Comme tout enfant gâté, Diane Rebow, auteur du controversé journal, s'intéresse à tout et à rien. Nous la trouvons fréquentant les countries les plus chic de l'État de New York en même temps qu'elle se balade dans les plus infectes boîtes du patelin. Comme le club "El Blanco", où elle fera la connaissance du camé et dealer de rien du tout Ricci Navarro, avec qui elle tiendra de propos cofidentiels qui vont lui amener à faire son début dans le secret plaisir de l'aspiration de la fumée de la marijuana.

Couverture d'un exemplaire de The Diary en format poche, publié par Popular Library Paperback de New York en 1953. L'illustration est beacoup plus prudente que celles qui vont paraître plus tard dans des livres du même auteur de la même éditorial.

Profitant de son ascendant récemment acquis, Navarro va voler le journal de la fille dans l'espoir de pouvoir chanter un papa bourré de fric. C'est justement à ce moment là que Timothy Dane entre en scène. Jeune homme, mais déjà chevroné investigateur privé, Dane aura pour mission de passer un marché avec Navarro pour obtenir de lui le fichu journal, tout cela en échange d'une grosse liasse de dollars. L'histoire commence à prendre une mauvaise tournure lorsque Dane, monte au premier étage de "El Blanco" et se heurte avec la dépouille mortelle de l'apprenti de chanteur, qui porte une sacrée quantité de plomb sous la peau. Le fin detective se rend compte cependant qu'il y a quelque chose qui ne marche pas avec le machabbé. Il semble qu'avant de descendre Navarro quelqu'un s'est donné la peine de lui administrer un très vilain passage à tabac...

Je vous quitte ici, tout en vous laissant la curiosité de connaître la suite d'un récit que tient sa dose d'émotions, un certain suspense et, qui plus est, un excellent cast de jolies filles aux curves séduisantes prêtes à répandre ses charmes dans le quatre coins de la mansion du milliardaire Mr. Rebow. Dans le style le plus hard-boiled du début des années cinquante, The Diary dégage du parfum charactéristique des meilleurs récits du genre. William Ard sait maîtriser les resources de la narration de façon que le lecteur ne manque le moindre détail de l'action.

Affiche publicitaire de la version espagnole du film d'Alfred Hitchcock, La Corde (1948), dont la campagne de promotion fut menée par William Ard, à l'époque employé de la Warner Bros.

En tant que connaisseur, d'après ses biographes, du territoire qu'il décrit dans ses romans, que ce soient les policiers vénaux, les hommes politiques corrompus où les mafieux italiens qui font mine de personnes décentes et de citoyens exemplaires lorsqu'on leur demande pour ses sales affaires, rien n'échappe à son regard impitoyable. Dans ce scénario, un Timothy Dane, très dans le genre du detective rocheux, qui encaisse des gnons de gars costauds avec autant d'aisance qu'il leur en livre, mais qui pourtant s'avère en même temps comme un type possedant un remarquable sens commun, dont les rares veines d'humeur aigu ne sont pas d'ailleurs à mépriser. Certes, un sérieux candidat à se mettre sur les honorables rangs du "top 30" des detectives privés de la plus noire des séries.


* * *

William Ard (1922-1960) signa quelques romans avec son nom authentique, bien que dans d'autres il préférera d'utiliser des noms de plume tels que Ben Kerr, Mike Moran, Thomas Wills et Jonas Ward, ce dernier dans la série de récits consacrés à l'aimable héros de ses westerns, Buchanan, auquel il va consacrer un très large nombre de narrations. Lou Largo et Danny Fontaine furent d'autres personnages crées par la plume de William Ard. Avant que le succès vienne, il gagnait sa croûte comme publiciste de la Warner Bros., où il fut responsable de mener la campagne de promotion du film Rope (La Corde, 1948) d'Alfred Hitchcock.


© Acotaciones, 2009, por la traducción y el texto original


miércoles, 21 de octubre de 2009

DAVID DODGE - LE CALUMET DE LA GUERRE


David Dodge, Le calumet de la guerre, Coll. "Série Noire" nº 150, Gallimard, Paris, 1953

Detectives de ficción ha habido muchos, pero pocos han sido ciertamente los elegidos para ingresar en el panteón de los personajes eternos. En este caso, James "Whit" Whitney, criatura del escritor norteamericano David Dodge, seguramente yace olvidado junto a su inventor en algún rincón del cementerio de la bella ciudad de San Miguel de Allende, en el estado mejicano de Guanajuato. De profesión censor jurado de cuentas en la ciudad de San Francisco, "Whit" se convierte en detective a la fuerza tras el asesinato de su socio George McLeod en la primera de las novelas que componen la serie en que Dodge le convierte en protagonista, Death and Taxes (The MacMillan Company, New York, 1941). El relato que justifica esta entrada, Le calumet de la guerre (It Ain't Hay -que quizá podría traducirse por ¡No es heno!), cierra el ciclo dedicado al asesor fiscal. Apareció publicada por entregas, a partir del número de noviembre de 1946 del célebre magazine Blue Book.

Magnífica cubierta de la primera edición de It Ain't Hay (Simon & Schuster, New York, 1946). Nótese la excelente recreación de los efectos maléficos que en el consumidor inmoderado produce el humo del cannabis sativa.

Con créditos de ese mismo año, la editora neoyorquina Simon & Schuster imprimiría los ejemplares de la edición hard cover. La trama es simple pero lo suficientemente elaborada para hacer del relato una lectura recomendable. En una San Francisco invadida por el humo de la marihuana procedente del otro lado de la frontera, el contrabandista Barney Steele pretende hacerse con los servicios de Whitney para lavar el dinero generado a partir del tráfico ilícito de la droga. Ante la negativa del fiscalista a formar parte del juego, el rudo Steele le envía a sus matones, quienes le proporcionan una paliza de aúpa. No les descubro más sobre el entretenido argumento de una narración en la que se fuma mucha marihuana, se bebe en cantidades industriales y por supuesto también se mata con relativa facilidad. Entre las curiosidades del relato se cuenta el hecho de que uno de los que colaboran con "Whit" en su venganza sobre el traficante Steele es un pescador de la bahía de San Francisco... ¡nacido en España!.

Cartel de la versión española de To Catch a Thief (Atrapa a un ladrón, 1955)película de Alfred Hitchcock basada en la novela del mismo nombre de David Dodge

Retazos de castellano aparecen a lo largo del mismo, pues el número de mejicanos que pululaban a mediados de los cuarenta por la ciudad del Golden Gate debía de ser considerable. Acostumbrados por los telefilmes americanos de los años setenta a conocer ya sea el paisaje urbano interior de la ciudad, con sus cuestas y sus tranvías, ya sea los alrededores del famoso puente, en Le calumet de la guerre el interés del autor se vuelve hacia los tugurios de la costa, del puerto pesquero y de las playas adyacentes a la ciudad californiana. Todos ellos tan interesantes como puedan ser cualesquiera otros antros de los que pueblan la novela negra desde sus comienzos. En suma, una buena narración detectivesca salpicada aquí y allá por trazos de un moderado -en comparación con otras de la misma época- estilo hard-boiled.

* * *

David Dodge, nacido en Berkeley (California) el 18 de agosto de 1910, fue un autor particular. Al igual que su personaje, Dodge fue asesor fiscal antes de dedicarse por completo a la literatura popular. Su gran pasión fueron los viajes. Solía decir que mientras otros escritores viajaban para reunir material sobre el que escribir, el escribía para reunir dinero con el que viajar. Vivió con su mujer y su única hija en Francia, en Perú, en Guatemala y en Méjico. Allí, en San Miguel de Allende, donde muchos soldados norteamericanos (Dodge lo fue de la Navy) decidieron trasladarse una vez concluida la segunda guerra mundial, , le sorprendería la muerte en agosto de 1974. La obra que le proporcionó mayor renombre fue To Catch a Thief (Random House, New York, 1952) ya que fue llevada al cine por Alfred Hitchcock en 1955, en la película del mismo nombre, con Cary Grant y Grace Kelly desempeñando los papeles protagonistas.

© Acotaciones, 2009


David Dodge
(cortesía de la página web www.david-dodge.com, creada en su memoria)

viernes, 16 de octubre de 2009

HORACE Mc COY - ¿ACASO NO MATAN A LOS CABALLOS?

Horace Mc Coy, ¿Acaso no matan a los caballos?, Edicions 62 (Península), Barcelona, 1973 (Serie Negra Policial nº 29)

De esta pulp fiction escrita por el autor norteamericano Horace Mc Coy (1897-1955) se ha dicho en numerosas ocasiones que no se trata sino del relato de un reality show avant la lettre. Sin embargo, esta obra cardinal de la literatura popular norteamericana no es más que una pintura a lo vivo del desgarrador paisaje humano de la "Gran Depresión" que, desde otra perspectiva, abordara John Steinbeck en su obra Las uvas de la ira. Bien es verdad que el espectáculo descrito en sus páginas, un maratón de baile al que acuden parejas atraídas por premios en especie y en metálico, incluida la alimentación gratuita durante el concurso, tiene ciertos tintes de reality show, pues los bailarines son arrojados a una arena en la que el espectador se convierte en protagonista, al igual que ocurre en los espectáculos televisivos contemporáneos.

Cubierta de una edición norteamericana de ¿Acaso no matan a los caballos? (Penguin-Signet Books, New York, 1948). Pocos ejemplares deben quedar de la primera edición del libro (Simon & Schuster, New York, 1935), pues no se vendieron más que 3000.

Esto nos llevaría a equiparar el estado moral de la sociedad estadounidense en los tiempos del hambre y la miseria de la "Gran Depresión" con el de la sociedad actual, igual de zafia, pero ociosa y falsamente opulenta. Constatación errónea, pues la nuestra se parece más a las sociedades romana o bizantina apasionadas por los juegos circenses, donde el auriga (hoy el futbolista) era encumbrado como héroe nacional tanto por la chusma como por las más altas magistraturas, y los juegos (realities y no tan realities en la actualidad) eran seguidos con igual pasión por unos y por otros.

Con independencia de las comparaciones que puedan establecerse, el de Horace Mc Coy es, simplemente, un gran relato. El tratamiento de los personajes a través de un fluido diálogo, la atmósfera infernal que consigue crear, el ritmo angustioso de la narración,

"(...) LLEVAN BAILANDO...................783 HORAS
QUEDAN........................................26 PAREJAS"

resulta sencillamente magistral. Como resultado, un interés que nunca decae. El lector se identifica, compartiendo sus cuitas, con los protagonistas, Robert Syverton y Gloria Beatty -frustrados candidatos a entrar en el mundo de Hollywood que se ven obligados por la necesidad a participar en un espectáculo de ínfima categoría- y admira la generosidad de la señora Layden -patrocinadora de los pobres muchachos-. Siendo sinceros, en último extremo, el lector no hace otra cosa sino esperar con aprensión el momento de su caída final.

Pintura macabra de la sociedad norteamericana en los tiempos de la Gran Depresión, ¿Acaso no matan a los caballos? es algo más que un relato hard-boiled al uso. Es un ejercicio de pesimismo antropológico extraordinariamente reflejado por la pluma de
Horace Mc Coy. El símil veterinario que da lugar al título de la narración expresa, con la fuerza poética de una metáfora vanguardista, el vacío moral de una sociedad exhausta:

"(...) - ¿Porqué la has matado? -me preguntó el policía que iba sentado a mi lado.
- Ella me lo pidió.
- ¿Oíste ésto Ben?
- Es un muchacho muy servicial -dijo Ben por encima del hombro.
- ¿Es ésto lo único que puedes alegar?
- ¿Acaso no matan a los caballos?"


Es posible que nuestra sociedad, en muchos sentidos no tan lejana a la descrita en el relato de Mc Coy, requiera de lecturas como ¿Acaso no matan a los caballos? para tener, al menos, la valentía de contemplar su feo rostro en el espejo.


* * *

Cubierta de un ejemplar del nº13 de la colección "Club del Misterio",con portada de Isidre Monés e ilustraciones interiores de Julio Vivas

¿Acaso no matan a los caballos? (They Shoot Horses, Don't They?, Simon & Schuster, New York, 1935, 1ª ed.) de Horace Mc Coy apenas vendió 3000 ejemplares y comenzó a ser conocida tras la segunda guerra mundial, gracias a su adopción como uno de los libros de referencia por los existencialistas franceses. La edición española que presentamos forma parte de la venerada colección "Serie Negra Policial" de las "Ediciones de Bolsillo", aparecida en los años setenta, con una pésima traducción. El relato fue llevado al cine por Sidney Pollack en 1969 y fue presentado en España bajo el título de Danzad, danzad, malditos. Como curiosidad para los más "pulperos" sirva señalar que Mc Coy fue uno de los escritores del magazine Black Mask. Recorrió las calles viviendo en la indigencia durante la "Gran Depresión" y su esposa tuvo que vender sus libros y su colección de discos de jazz para pagar su entierro.

jueves, 15 de octubre de 2009

MIKE ROSCOE - UNE TARTINE DE DÉCONFITURE

Mike Roscoe (seud.), Une tartine de déconfiture, Coll. "Série Noire", Gallimard, Paris, 1954

Como saben los seguidores más asiduos de Acotaciones, el nuestro es un blog que tiene por objeto contribuir a la difusión de la literatura popular a través, muchas veces, de un viaje sentimental en el tiempo. En esta línea se inscribe la entrada de hoy, consagrada a una de las colecciones del país vecino que mayor reconocimiento han obtenido a lo largo de los años. En efecto, la literatura policial en lengua francesa, ya sea autóctona o vertida del inglés ("américain", en el caso de los estadounidenses, rezan sus portadas), se agolpa en los anaqueles de mi memoria. En ellos ocupa un lugar de preferencia "Le livre de poche policier", derivada de "Le livre de poche", colección que M. Filippachi ideó a principios de los cincuenta con el fin de ofrecer al público los mejores títulos pasados y presentes, en edición económica pero decente, de la literatura francesa y universal. A ésta sigue en mis recuerdos, "Le masque" (la decana de las colecciones francesas), una selección de cuyos títulos comenzó a aparecer bajo la denominación de "Le club des masques", colección de la que es deudora nuestra "Selecciones de la Biblioteca Oro".

Cartel de La môme vert-de-gris (Bernard Borderie, 1953), basada en la novela de Peter Cheyney Poison Ivy (1937), con la que se inauguró la colección "Série Noire" de Gallimard. Fue traducida en castellano como Lemmy Caution.


Finalmente, se une a ambas la "Série Noire", con la que Gaston Gallimard introdujo en Francia la mayor parte de los relatos de autores americanos, llenos de tipos duros, policías corruptos, detectives privados sin escrúpulos, baby dolls y salomés del siglo XX, junto a otros personajes-tipo que configuran todo un género, la novela negra, que aún pervive hoy bajo nuevas formas, más acordes con los tiempos actuales. Dashiell Hammett, Ed McBain, Peter Cheyney, Horace McCoy, Chester Himes, Jim Thompson... ¿estos nombres les dicen algo? Por supuesto que sí. Son algunos de los príncipes de un género (plagado de subgéneros) basado en un estilo muy hard-boiled, directo, crudo, muchas veces agrio y siempre expresionista merced a sus claroscuros, que, entre otras cosas, atrajo muy pronto las miradas de los productores de cine, gracias a cuyo interés contamos hoy con obras maestras del celuloide. Fundada en 1945, la "Série Noire" adopta su formato más longevo, cubierta negra con títulos en amarillo, enmarcada en una orla blanca, en 1948, de la mano de Pablo Ruiz Picasso. En la actualidad, su fondo está constituido por más de dos mil títulos entre los que se cuentan algunos de los mejores relatos detectivescos del siglo XX.

Tanto hubiera dado que comenzásemos por éste libro que hoy presentamos como por cualquier otro, pues el resultado hubiera sido el mismo. La gran mayoría de los títulos de la colección son novelas cuya trama relativamente compleja y ritmo narrativo trepidante hacen las delicias del aficionado. Eso sí, el uso indiscriminado, pero indispensable, del argot por parte de los autores, obliga al lector a estar familiarizado con términos tales como bourrique, came, clebs, clope, gnôle, flingue, grisbi, macchabé, nigaud, piaule, schnouf, taule, valser, zigoto, zigouiller, por citar algunas de esas sonoras, vulgares, callejeras y bellas palabras de las que la lengua de Racine esta trufada. Bajo el seudónimo "Mike Roscoe", se esconden en realidad dos
investigadores privados, John Roscoe y Mike Russo, que en Une tartine de déconfiture (Slice of Hell, 1954) desarrollan una de las cinco aventuras que constituyen la serie de novelas dedicadas al personaje de Johnny April, detective de Kansas, inspirado en la figura del inmarcesible Mike Hammer.

Portada de la edición en tapa blanda (Signet Books) de Slice of Hell (Crown Publishers, New York, 1954), tercera de las novelas que componen la serie dedicada por Mike Roscoe al detective Johnny April.


Con trazos más gruesos y recursos narrativos menos logrados que los de Mickey Spillane, Roscoe consigue no obstante desarrollar aceptablemente una trama capaz de mantener la atención del lector. A pesar de expresar sus críticas sobre la predictibilidad de la trama y la poca verosimilitud de algunas de las expresiones de los personajes, el "blogger" James Reasoner, en su sección "libros olvidados", explica así porqué recomienda el libro: "... está escrito en un extraño, impactante estilo, al que uno tarda un poco en acostumbrarse, pero que resulta muy efectivo cuando lo consigues". Nada más cierto, pues la artificiosidad de los diálogos no está reñida con una relativa simplicidad que permite al lector seguir la trama sin dificultad, algo que no siempre sucede con las obras del género. Por otro lado, el protagonista transmite la suficiente confianza al lector como para adherirse, en la medida en que esto sea posible, a sus poco ortodoxos procedimientos y disparatada forma de actuar. No es Mike Hammer, pero Johnny April merece que se le reserve un lugar, aunque sea pequeño, en el elenco de famosos detectives de la literatura popular. Eso sí, en la sección de "detectives de provincias".

© Acotaciones, 2009


domingo, 11 de octubre de 2009

SERIE NEGRA


James M. Fox - Renversez la vapeur!

Me he llevado una gran sorpresa, y de las agradables, tras la lectura de la entretenidísima novela que presentamos en la entrada de hoy, obra firmada por James M. Fox (seudónimo bajo el que se oculta el nombre de su verdadero autor, Johannes Matthijs Willem Knipscheer, nacido en La Haya en 1908 y muerto en Los Angeles en 1989, quien también usó el seudónimo Grant Holmes).




Richard S. Prather - Un beau carton

En medio de un par de tediosas excursiones por la mediocridad popular-novelesca, surgió como una perla de su maltrecha aunque nacarada concha, la extraordinaria novela Everybody had a gun, titulada en su versión francesa como Un beau carton (versión castellana, Todos tenían una pistola), joya del entretenimiento económico debida a la soberbia pluma del recientemente fallecido escritor norteamericano Richard S. Prather.



Terry Stewart - La soupe à la grimace

¿Terry Stewart? Suena demasiado anglosajón. Lo cierto es que el autor francés Serge Arcouët no se rompió demasiado la cabeza a la hora de elegir un seudónimo para escribir novelas. Sin embargo, consiguió lo que quería: escribir relatos de lo más hard boiled, siguiendo la estela de los grandes autores norteamericanos como La soupe à la grimace.




Lawrence Block - The Girl with the Long Green Heart

El escritor norteamericano Lawrence Block nos presenta en The Girl with the Long Green Heart, recientemente reeditado en la colección "Hard Case Crime", aunque por desgracia todavía inédito en castellano, a un estafador recién salido de la cárcel que recibe la visita de otro profesional para proponerle un buen negocio. Entonces, una mujer se mezcla en sus asuntos e inevitablemente las cosas empiezan a ir peor...





James M. Cain - El cartero llama dos veces / El estafador

El cartero (siempre) llama dos veces (The Postman Always Ring Twice, Alfred A. Knopf, New York, 1934) destacó desde su publicación por levantar una gran polvareda en los medios literarios y entre los propios lectores. No descubriríamos nada si dijéramos que estamos ante una novela de las que merecen ser leídas no una sino varias veces a lo largo de la vida.




Margaret Millar - Sólo monstruos

Una mujer desubicada en un remoto rincón de los Estados Unidos, un esposo insatisfecho que vive condicionado por el recuerdo de su padre fallecido en accidente y por la presencia autoritaria de su madre, configuran, junto a una familia mexicana que vive en el rancho y unos temporeros que atraviesan clandestinamente la frontera, un brillante cuadro objetivo de la sociedad rural del sur de California a finales de los años sesenta.



James M. Cain - Al final del arco iris

En el plano literario, Al final del arco iris presenta afinidades, por la linealidad y la concreción argumental de la trama con obras de autores coetáneos, como ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy. El estilo es directo, pero no descarnado, como consecuencia acaso de que esta novela fue escrita en 1975 cuando el género había sufrido ya considerables transformaciones.




Sjöwall y Wahlöo - La habitación cerrada

En la novela que hoy comentamos, el inspector de la sección de homicidios de la policía nacional Martin Beck regresa al trabajo después de una forzosa convalecencia tras haber sido gravemente herido de bala en Un ser abominable, narración que precede en el tiempo La habitación cerrada.





William Ard - Journal d'une sauterelle

En Journal d'une sauterelle (The Diary, 1948), de el autor estadounidense William Ard, el atractivo detective Timothy Dane se ve envuelto en una compleja trama político-criminal que gira en torno a la desaparición del diario íntimo de la hija de un potentado que pretende hacer su entrada en la política postulándose para el cargo de gobernador.





David Dodge - Le calumet de la guerre

Detectives de ficción ha habido muchos, pero pocos han sido ciertamente los elegidos para ingresar en el panteón de los personajes eternos. En este caso, James "Whit" Whitney, criatura del escritor norteamericano David Dodge, seguramente yace olvidado junto a su inventor en algún rincón del cementerio de la bella ciudad de San Miguel de Allende, en el estado mejicano de Guanajuato.




Horace Mc Coy - ¿Acaso no matan a los caballos?

De esta pulp fiction escrita por el autor norteamericano Horace Mc Coy (1897-1955) se ha dicho en numerosas ocasiones que no se trata sino del relato de un reality show avant la lettre. Sin embargo, esta obra cardinal de la literatura popular norteamericana no es más que una pintura a lo vivo del desgarrador paisaje humano de la "Gran Depresión" que, desde otra perspectiva, abordara John Steinbeck en su obra Las uvas de la ira.



Mark Roscoe - Une tartine de déconfiture

Bajo el seudónimo "Mike Roscoe", se esconden en realidad dos investigadores privados, John Roscoe y Mike Russo, que en Une tartine de déconfiture (Slice of Hell, 1954) desarrollan una de las cinco aventuras que constituyen la serie de novelas dedicadas al personaje de Johnny April, detective de Kansas, inspirado en la figura del inmarcesible Mike Hammer.