
Portada a color de Bernal para el Extra Especial nº 1 de El Jabato, publicado en 1970(Imagen proveniente de el blog El Jabato)
Debió ser una tarde de invierno del año 1973. Quiero recordar que hacía frío en la calle y yo iba al lado de mi padre, de camino al piso de mis tíos para recoger allí a mi madre y subirnos en el 124 de vuelta a casa. Al pasar por un quiosco, mi vista se detuvo -como solía- en las coloridas portadas de los tebeos. Sabedor de mi interés por los Mortadelo, Din Dan, DDT, Pulgarcito, Pumby, TBO y demás publicaciones infantiles de la época mi padre enseguida pronunció las ansiadas palabras: "¿Quieres que te compre un tebeo?" Claro, por supuesto, que quería ...¡el problema era decidirse por alguno! Sumido en dudas trascendentales, terminé por decantarme por uno cuya atractiva portada de repente se me volvió irrestible, forzándome a salir de los caminos trillados que había recorrido hasta aquel momento. Fue entonces cuando me convertí en el orgulloso poseedor de un ejemplar "Un alud en la costa", cuaderno número 207 de la revista "Jabato Color". Así como tengo para mí que este fue el primer número que tuve en mis manos (no puedo jurarlo) me resulta sin embargo imposible recordar su contenido.
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No obstante éste iba a ser un descubrimiento maravilloso que me conduciría durante años a poseer, contemplar, sobar, oler, prestar, cambiar, investigar, leer, comentar y releer una y mil veces, las aventuras de este héroe ibérico, junto a las no menos apasionantes vicisitudes de aquel otro personaje que tanto se le parecía llamado El Capitán Trueno. Entonces poco podía saber yo que estaba adquiriendo un número de las aventuras de El Jabato correspondiente a la primera época de sus aventuras en color. No tenía, por supuesto, la menor idea de que hubiera existido una edición de sus andanzas en blanco y negro. Mucho menos, podía yo intuir que esta nueva serie estaba tocando a su fin y que, muy pronto, serían reimpresas bajo la advertencia de "Segunda Época", comenzando otra vez desde el número uno. Ni por asomo podía saber entonces que aquéllas lecturas infantiles me conducirían a otras de igual o mayor interés, con y sin ilustraciones, formadas por la cohorte inmortal de los maestros de la aventura: Verne, Salgari, Stevenson, Mayne Reid o Karl May, entre otros. Tampoco podía pensar que mis ansias por acumular emociones me llevarían más tarde a hurgar en los polvorientos baúles de mi casa para descubrir allí pilas de desgastadas novelas cuyas sugerentes aunque ajadas cubiertas y sus peregrinos títulos, tan intensamente evocadores de misterio y aventura, ejercerían un efecto magnético sobre mi imaginación. En modo alguno podía suponer, finalmente, que muchos años después estaría reviviendo todas esas cosas -y bastantes otras más- desde la pantalla de un increíble aparato llamado ordenador, convertido en pleno siglo XXI en una prolongación cibernética del ser humano.

Un aspecto de la nueva edición de los álbumes de El Jabato
¿A qué viene esta divagación -se dirán ustedes- con que les he fustigado en los párrafos precedentes? El escaso interés que pudiera tener sería meramente freudiano, de no ser porque hace un par de días me deje caer -también, como suelo- por el bien pertrechado quiosco de la madrileña esquina del Botánico, cuyo propietario regenta de manera tan activa como eficaz. Al poco tiempo de estar allí mis ojos vieron con sorpresa la reproducción exacta de una portada de El Jabato junto al resto de colecciones que el quiosco habitualmente exhibe en sus alrededores. Convenientemente interpelado, el simpático distribuidor me informa de que a principios del mes de enero de este año 2010, la editorial Planeta-Agostini acaba poner a la venta una edición facsímil de las aventuras de El Jabato, concretamente de los tomos "gordos" en que las aventuras del adalid íbero venían recogidas de cuatro en cuatro. Con el mismo ademán compulsivo de hace treinta y siete años, agarré los números que me ofreció (los cuatro primeros) y salí, cuesta de Moyano arriba, pensando en releer las aventuras hace tantos años olvidadas. Más tarde, en casa, pude comprobar que, efectivamente, a la edición de Planeta-Agostini puede atribuírsele con justicia la condición de facsímil, pues reproduce con exactitud todo lo bueno -y lo malo- de aquéllos tomos de Bruguera. Habrá quienes insistan sobre el hecho de que falten viñetas de la edición original, que las que se presentan estén remontadas, que el color no sea, en ocasiones, el mejor... No seré yo quien les lleve la contraria, pues tendrán mucha razón en quejarse. Sin embargo, quienes nos adherimos a Trueno y Jabato con las ediciones en color deberíamos estar más que satisfechos con la anunciada decisión de la editorial barcelonesa de publicar los 53 extras que aparecieron entonces. En su prurito por realizar una edición facsimilar, Planeta-Agostini ha llevado hasta tal punto su celo, que al menos la mitad de las portadas que salieran de los dinámicos y poderosos lápices de Bernal, no van a poder contemplarse, tal y como sucediera en el pasado, pues sólo la portada y la contraportada de los extras recogían portadas de los cuadernos sueltos. Una omisión, en cualquier caso, que podría remediarse con la inclusión de las portadas restantes en los volúmenes que se vayan publicando o, ¿porqué no? ofreciendo como obsequio o volumen complementario un tomo especial en el que se recojan las 212 portadas.

Ilustración de Juan Martínez Osete para El Jabato (Imagen proveniente del excelente blog Comics Compartidos)
Con independencia de que el coleccionista pueda presentar legítimas objeciones a esta nueva empresa editorial con la que se rescata una parte de nuestra historia de la literatura popular, hay que pensar que el público en general, especialmente el más joven, va a tener ocasión de acercarse a El Jabato, una de las creaciones más notables y originales en materia de novela gráfica que ha tenido nuestro país. Y ello, por sí solo, ya constituye una buena noticia que desde aquí queremos compartir con nuestros seguidores.
© Acotaciones, 2010