En la España de los sesenta del siglo XX el número de lectores que accedía a títulos en su lengua original era todavía reducido. A partir del decenio siguiente, aunque el francés todavía dominaba sobre el inglés, la lengua de Shakespeare comenzaba ya a imponerse sobre la de Racine, tanto en los planes de estudio del bachillerato como en los despachos de las compañías multinacionales