¡NUEVO! BIBLIOTECA ORO ROJA nº 27, COLECCIÓN MOLINO (I) nos. 19 y 23, MAUCCI VIAJES Y AVENTURAS nº 6

JAMES M. CAIN - AL FINAL DEL ARCO IRIS

James (M.) Cain - Al final del arco iris, Col. Esfinge nº 42, Noguer, Barcelona, 1976 (Traducción del inglés de Enrique de Obregón)

Cuando un autor se hace archifamoso por una de sus novelas, el resto siempre ha de parecer obra menor. Esto ocurre con James M. Cain, célebre por haber sido el autor de The Postman Always Rings Twice (El cartero llama dos veces, Emecé, Buenos Aires, 1945, Col. "El Séptimo Círculo" nº 11), publicada en Nueva York por Alfred A. Knopf en 1934 y llevada al cine en varias adaptaciones, pero sobre todo conocida por el gran público a través de la versión de 1946, dirigida por Tay Garnett, con Lana Turner y John Garfield en los papeles principales, y la versión de 1981 de Bob Rafaelson, con Jessica Lange y Jack Nicholson como protagonistas. Pero, como saben bien nuestros seguidores, a nosotros nos gusta hablar de todo lo que suene, despectivamente o no, a obra menor.

Los entendidos están en que si se puede o no se puede considerarse a James M. Cain como miembro de la escuela hard-boiled (el propio autor declinó pertenecer a cualquier obediencia literaria) y los que, como yo, lo somos menos no sabríamos pronunciarnos al respecto. En último extremo, esto nos trae al fresco. Lo que podemos apreciar y apreciamos en su obra es un sesgo particular, propio e inalienable a considerar las cosas desde un punto de vista freudiano, buceando de forma más directa que tangencial en las pulsiones sexuales de sus protagonistas.

Cubierta de un ejemplar de la primera edición de Rainbow's End, en la línea del más puro diseño pop de los primeros setenta. Un intento tardío y no excesivamente afortunado de James M. Cain por congraciarse con sus antiguos lectores

En la novela que hoy presentamos, Al final del arco iris (Rainbow's End, Mason/Charter, New York, 1975), esta tendencia aparece de manera evidente desde el principio reflejada en los comportamientos de una familia de montañeses de Ohio enraizada en las tradiciones familiares que les son características, entre éllas, las relaciones incestuosas. El deseo de la madre (que, como el lector más adelante descubrirá, no es tal, sino tía) por su hijo, protagonista del relato, refleja de manera extraordinaria hasta qué punto los personajes de Cain responden a arquetipos freudianos. Completando este elenco edípico aparecen otras dos figuras femeninas. De un lado, la joven azafata secuestrada por el criminal que desencadena la acción de la novela, mediante la que el autor trata de disipar cualquier atisbo de duda sobre la capacidad del protagonista a la hora de resolver su latente complejo frente a la sociedad. De otro lado, su verdadera madre, figura autoritaria y resolutiva que, para terminar de componer el cuadro, añade la pizca de sadomasoquismo necesaria en todo buen recorrido por los tortuosos vericuetos del psicoanálisis.

Cubierta desplegada de la edición de Noguer. Nuevamente el ilustrador nos es desconocido

Completa el cast de personajes de la escuela vienesa un padre, cuya identidad desconoce el protagonista, que en este caso no es odiado por el hijo, pues no sabe cuándo ni cómo poseyó a su verdadera madre, sino que es idealizado como contrafigura del que fuera padre adoptivo, un tejano simplicísimo y banal, que se manifiesta en el relato a través de la casa-rancho que construyera veinte años atrás para albergar a su familia. Como pueden ver, todo un tesoro de experiencias para el aficionado al psicoanálisis.

En el plano literario, Al final del arco iris presenta afinidades, por la linealidad y la concreción argumental de la trama con obras de autores coetáneos, tales como ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy. El estilo es directo, pero no descarnado, quizá debido al hecho de que esta novela fue escrita en 1975 (una de las últimas publicada en vida del escritor) cuando el género había sufrido ya considerables transformaciones. La traducción, más que aceptable, permite advertir la pericia de Cain a a la hora de construir los diálogos. Dentro del capítulo de las objeciones, cabe señalar, no obstante, una cierta querencia a excederse en la descripción topográfica y a alimentar una relativa confusión, derivada del uso indiscriminado de la cinemática.

Fotograma de The Postman Always Rings Twice (1946), en la espléndida versión de Tay Garnett, con Lana Tuner y John Garfield

En efecto, los personajes no paran de ir de aquí para allá, terminando por provocar una sensación de desorientación en el lector. Finalmente, un último reproche. Sin saber muy bien porqué, la novela se muestra un tanto plana en sus colores. El paisaje, el ambiente y los personajes, no terminan de formar un todo armonioso. Hay algo que falla, pues a diferencia de los grandes relatos del género, en que la atmósfera envuelve de tal manera al lector hasta el punto de que muchos detalles pasan inadvertidos, diríase que esta obra otoñal de James M. Cain flota por momentos en el vacío.

* * *

James M(alham) Cain nació en Annapolis en 1892 y murió en University Park en 1977. Ejerció de periodista y publicó sus obras de mayor éxito a mediados del siglo pasado. Además de El cartero llama dos veces, Cain obtuvo en 1941 un gran éxito de crítica con Mildred Pierce (traducción española, El suplicio de una madre, Emecé, Buenos Aires, 1946, Col. "La Puerta de Marfil" nº 6) y en 1945 con Double Indemnity (traducción española, Pacto de sangre, Emecé, Buenos Aires, 1945, Col. "El Séptimo Círculo" nº 5) que había sido publicada previamente en 1943 bajo el título de Three of a Kind. Ambas fueron llevadas con éxito también al cine.

Sería de un altísimo interés conocer la opinión de algún seguidor de Acotaciones que desde tierras australes nos pueda ilustrar sobre la obra de Cain en las dos venerables colecciones creadas por Borges y Bioy Casares.

© Acotaciones, 2009

3 comentarios:

andres porcel dijo...

No he leído las obras de Cain que menciona, pero sí una edición argentina de los últimos setenta de "Una serenata", obra que me sorprendió precismante por el lugar principal que las pulsiones sexuales de los protagonistas ocupaban. En esta ocasión creo que tanto la atmósfera como el relato mismo brillaban a la misma altura de El cartero siempre llama dos veces.
En horabuena por el post, y sobre todo por el rescate de obras que se resisten al olvido.

E. Martínez dijo...

Iré enseguida por "Una serenata", ya que usted la pondera en su comentario. De momento, tengo recientes "El cartero..." y "El estafador", sobre los que aparecerá una entrada.

Johny Malone dijo...

Le agradezco los comentarios en mi blog. Debo decirle que es muy bueno, me gusta su estilo. Próximamente lo agregaré a mis blogs favoritos. Saludos. Johny