Sjöwall y Wahlöö, La habitación cerrada, Col. Esfinge nº 35, Noguer, Barcelona, 1974 (trad. del inglés de Enrique de Obregón)
Tras un verano en el que, a juzgar por sus cifras de ventas, nuestras playas, ciudades y montañas han debido estar plagadas de lectores de la novela de Stieg Larsson, Millenium, tan sólo nos queda ver cómo esos cientos de miles de ejemplares superan la más dura de las pruebas, el desafío del tiempo. Yo, que me cuento en el grupo de los lectores de segunda y aún tercera ola, es decir, aquéllos que se niegan a pagar treinta euros por un producto literario sin más garantía que la que pueda aportar la publicidad que se le haya dado, suelo preferir dedicar ese dinero a adquirir cuatro o cinco novelas de segunda mano en alguno de mis libreros-traperos habituales, menos actuales pero generalmente más interesantes. Es cierto que sus cubiertas suelen estar rozadas, sus páginas pueden amarillear ligeramente y, a veces, ser portadoras de estigmas en forma de rúbrica, sello o ex-libris del antiguo propietario, cicatrices que, incluso, llegan en ocasiones a añadir algún valor al libro. Pero el servicio que prestan es el mismo pues proporcionan un rato de lectura agradable, eso sí, a precio mucho más conveniente que el del último best seller.
En la pasada feria otoñal del libro antiguo y de ocasión de Madrid, tuve la fortuna de toparme con este ejemplar de la serie que el matrimonio sueco formado por Maj Sjöwall y Per Wahlöö dedicaron al inspector Beck, de la policía nacional sueca. Muchos consideran Sjöwall y Wahlöo como los precursores de un cierto estilo particular de narrar relatos policiales, creadores de una escuela cuyo más destacado discípulo sería Henning Manskell y que habría tenido como última expresion al autor de éxito póstumo Stieg Larsson. Apenas he leído a Manskell y, como advertía antes, probablemente no leeré a Larsson hasta dentro de algún tiempo, pero tengo la impresión de que en esto de las escuelas hay más de estrategia comercial, como nos demostró el editor Barral a finales de los años sesenta del siglo pasado, que de realidad literaria.
Lo que constituye un evidente nexo de unión es que todos ellos ambientan sus novelas en Suecia, describiendo el paisaje físico y moral de la época en que escribieron.
Cubierta de un ejemplar de Roseanna, de Sjöwall y Wahlöo, publicado en la entrañable colección tardopulp "Club del Misterio", de la editorial Bruguera, en mayo de 1982. Gracias al oportuno concurso de Andrés Porcel, sabemos que el autor de la portada es Isidre Monés. Las ilustraciones interiores son de Eduardo Feito.
En la novela que hoy comentamos, el inspector de la sección de homicidios de la policía nacional Martin Beck regresa al trabajo después de una forzosa convalecencia tras haber sido gravemente herido de bala en Un ser abominable, narración que precede en el tiempo La habitación cerrada. La actividad de Beck, a quien le ha sido encomendado el caso de un muerto aparecido en la habitación cerrada que da título a la novela, se solapa con la que otros policías desarrollan con el fin de perseguir y encarcelar a los responsables de una ola de robos a bancos que se está produciendo en Estocolmo. Sin lugar a dudas, el personaje de Beck, divorciado que vive solo, policía herido que roza la cincuentena y paciente observador de cuanto acontece a su alrededor, es el que mayor originalidad aporta a la narración, ambientada en 1971. Al mismo tiempo, la aguda crítica que los autores hacen del famoso estado del bienestar sueco se ve aderezada con la oportuna descripción de las vidas de unos personajes sumidos en la mediocridad, no obstante las promesas de dicho estado. La joven madre abandonada por su marido que decide atracar un banco para ofrecer un futuro más halagüeño a su hija, el viejo estibador del puerto que es testigo del ocaso de un modo de vida, la desastrada casera de mediana edad que, a lo Miss Marple, combina una inteligencia penetrante con prosaicas aficiones culinarias, todos ellos encarnan a tipos que contrastan con la imagen que, de acuerdo con la propaganda, uno pudiera hacerse de la Suecia de los primeros setenta.
Encuadernación desplegada de La habitación cerrada, que muestra el magnífico diseño de la colección "Esfinge", de la editorial Noguer. No tengo referencias de quién pudiera ser el ilustrador.
Un país próspero, donde socialismo y capitalismo caminaban de la mano, en el que de manera armónica, tutela del estado y libertad del ciudadano parecían conformar una sociedad ideal. En efecto, las novelas de Sjöwall y Wahlöo son algo más que relatos policíacos ya que trasladan la visión que ambos tienen de la sociedad en la que viven. Una visión que esta forjada desde el pensamiento comunista de los autores. Quizá les parezca extraño a los más jóvenes entre quienes nos siguen que en un país controlado durante décadas por el socialismo pudiera existir una fuerza contestataria desde la propia izquierda... Pero estos no son asuntos que conciernan a nuestro negociado. Baste decir que treinta y cinco años después de su publicación en España, La habitación cerrada todavía se lee muy bien. Es más, llegaría incluso a decir que se lee con verdadero placer si no fuese porque, en ocasiones, la sucesión de nombres escandinavos se le hace a uno pesada y el conocimiento que uno tiene del callejero de Estocolmo es francamete limitado. A pesar de ello, estoy deseando rescatar de mi biblioteca matriz el ejemplar de Un hombre abominable que figura en mi fichero.
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Sjöwall y Wahlöo son los apellidos de un equipo de escritores sueco, marido y mujer, que también escribieron novelas por separado. El sistema de redacción que solían seguir, por capítulos alternativos que narran una trama separada cada uno, favorece sin duda la presencia de dos plumas distintas. Los relatos escritos a dos manos no son infrecuentes en la literatura policial. Recientemente hemos visto pasar por Acotaciones a los autores americanos ocultos bajo el seudónimo de Mark Roscoe y nuestros seguidores conocen a buen seguro la obra de otras parejas famosas como Boileau y Narcejac o Frederick Dannay y Manfred Bennington Lee (Ellery Queen).
© Acotaciones, 2009
Maj Sjöwall y Per Wahlöö
2 comentarios:
Lo que he leido de Mankell sí me recuerda al personaje de Beck. Creo que aguantará la prueba del tiempo y se podra leer dentro de algunas décadas, como nos ocurre con esas novelas de segunda mano, como por ejemplo, las de Bolieau-Narcejac.
La cubierta de Bruguera diría que es de Isidre Monés, que hacía casi todas las de la colección.
Tengo curiosidad por saber si puede dedicar una entrada a un autor hoy olvidado, Frank Gruber, cuyos personajes Johnny Fletcher y Sam Cragg, pícaros vagabundos metidos a detectives en la América de posguerra, son una aportación muy original y muy fresca que no desmerece en nada a autores consagrados de la serie negra. Los conocí en Biblioteca Oro y tengo algunos libros en colecciones de Bruguera de los cincuenta y en edicion mejicana de Novaro. Son figuras a rescatar.
Siempre complacido, Don Andrés, por el hecho de que las entradas de Acotaciones susciten sus pertinentes comentarios. Ahora mismo voy a acreditar convenientemente la portada de CdM a Isidre Monés. Respecto a Frank Gruber, me parece una excelente sugerencia. Lamentablemente, he de confesar que no le he hincado el diente, aunque obviamente recuerdo sus títulos en la B. Oro. Por ello ¿qué le parecería si le dijera que estaría muy honrado si pudiera contar con una entrada sobre Gruber firmada por usted en nuestro modesto, pero rico en selectos seguidores, blogzine Acotaciones? Si prefiere comunicar conmigo por correo electrónico, no tiene más que hacer click sobre la casilla "Contactos".
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