
Wenceslao Ayguals de Izco, La Marquesa de Bellaflor o el Niño de la Inclusa (Edición Económica Ilustrada), Imp. de Don Wenceslao Ayguals, Calle de Leganitos nº 47, Tomo I, 1847 (496 págs.) - Tomo II, 1848 (528 págs.)
Nos remontamos hoy a los orígenes del folletín para visitar la obra del genial ilustrador Vicente Urrabieta y Ortiz (Bilbao, 1813 - París, 1879), de quien ya hemos tenido ocasión de hablar al introducirnos en la Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Roig. Si los trabajos realizados por Urrabieta para el editor madrileño se cuentan entre los más destacado de la ilustración popular decimonónica, las ilustraciones realizadas por el artista bilbaino para La marquesa de Bellaflor o El niño de la inclusa, pueden considerarse prototipo del dibujo popular romántico. Esta obra de Don Wenceslao Ayguals de Izco, segunda parte de María, hija de un jornalero, -novela que, a decir de muchos, introdujo en España el género folletinesco- La marquesa de Bellaflor, es un novelón por entregas ambientado durante la regencia de Don Baldomero Espartero.
No pretendemos en esta "acotación" detenernos en el análisis literario de esta novela por entregas, tarea por demás harto penosa, sino destacar la calidad del arte de Urrabieta, su imaginación y sus vis humorística, que desarrollaría en numerosas publicaciones satíricas, de las que la época fue tan fecunda como pasajero solía ser el motivo que daba lugar a éllas. Baste decir, no obstante, que Wenceslao Ayguals (Vinaroz, 1801 - Madrid, 1875) destacó, tras su participación en la primera guerra carlista, como editor y publicista de ideas liberales y anticlericales. De su imprenta salieron, entre otras, una traducción de las novelas de Voltaire, así como una reimpresión del Teatro Crítico Universal del Padre Feijóo. Fundador, en unión de su amigo el vallisoletano Juan Martínez Villergas (Gomeznarro, 1816 - Zamora , 1894), de varias publicaciones satíricas, será en su faceta de editor de novelas por entregas donde Ayguals va a destacar por derecho propio, entrando en la pequeña historia de la literatura popular en España, ya que su editorial fue responsable de la publicación de algunas de las primeras muestras del género, salidas todas ellas de su pluma, como esta Marquesa de Bellaflor.
Ciertamente, todas los dibujos que ilustran los dos tomos que componen la obra merecen atención tanto por su calidad intrínseca como por la originalidad de su enfoque. Sin embargo, quiero llamar su atención de manera particular al respecto del nivel alcanzado por Urrabieta en dos elementos menores de la edición ilustrada: las letras capitales y los colofones.
Admirable es su trabajo, dechado de originalidad, a la hora de diseñar y ejecutar muchas de las letras capitales que figuran en el texto. Los figuraciones sobre temas de corte romántico y militar dominan sobre las realizaciones abstractas, cubriendo prácticamente entre todas ellas el conjunto del abecedario. A continuación se recogen algunas de las mejores.







Teniendo en cuenta que a partir del romanticismo la edición española inició su imparable declive, con algunas honrosas excepciones, hasta el día presente, destaca aún más el hecho de que sea un producto dirigido al gran público, para el caso la edición en volument de una novela por entregas, el que presente unos niveles artísticos que pueden paragonarse con el resto de las grandes ediciones populares europeas. La prueba está en el cuidado puesto en cada detalle, incluido el colofón de cada capítulo, del que sin duda dan fe los siguientes ejemplos.
Maestro en el arte de ilustrar con destreza y buen gusto, Urrabieta nos ofrece en esta edición en volumen del primer gran folletín de las historia de la literatura popular española una prueba más de los no por humildes menos dignos y respetables orígenes del género que tanto amamos.
No pretendemos en esta "acotación" detenernos en el análisis literario de esta novela por entregas, tarea por demás harto penosa, sino destacar la calidad del arte de Urrabieta, su imaginación y sus vis humorística, que desarrollaría en numerosas publicaciones satíricas, de las que la época fue tan fecunda como pasajero solía ser el motivo que daba lugar a éllas. Baste decir, no obstante, que Wenceslao Ayguals (Vinaroz, 1801 - Madrid, 1875) destacó, tras su participación en la primera guerra carlista, como editor y publicista de ideas liberales y anticlericales. De su imprenta salieron, entre otras, una traducción de las novelas de Voltaire, así como una reimpresión del Teatro Crítico Universal del Padre Feijóo. Fundador, en unión de su amigo el vallisoletano Juan Martínez Villergas (Gomeznarro, 1816 - Zamora , 1894), de varias publicaciones satíricas, será en su faceta de editor de novelas por entregas donde Ayguals va a destacar por derecho propio, entrando en la pequeña historia de la literatura popular en España, ya que su editorial fue responsable de la publicación de algunas de las primeras muestras del género, salidas todas ellas de su pluma, como esta Marquesa de Bellaflor.
Ciertamente, todas los dibujos que ilustran los dos tomos que componen la obra merecen atención tanto por su calidad intrínseca como por la originalidad de su enfoque. Sin embargo, quiero llamar su atención de manera particular al respecto del nivel alcanzado por Urrabieta en dos elementos menores de la edición ilustrada: las letras capitales y los colofones.
Admirable es su trabajo, dechado de originalidad, a la hora de diseñar y ejecutar muchas de las letras capitales que figuran en el texto. Los figuraciones sobre temas de corte romántico y militar dominan sobre las realizaciones abstractas, cubriendo prácticamente entre todas ellas el conjunto del abecedario. A continuación se recogen algunas de las mejores.







Teniendo en cuenta que a partir del romanticismo la edición española inició su imparable declive, con algunas honrosas excepciones, hasta el día presente, destaca aún más el hecho de que sea un producto dirigido al gran público, para el caso la edición en volument de una novela por entregas, el que presente unos niveles artísticos que pueden paragonarse con el resto de las grandes ediciones populares europeas. La prueba está en el cuidado puesto en cada detalle, incluido el colofón de cada capítulo, del que sin duda dan fe los siguientes ejemplos.
Maestro en el arte de ilustrar con destreza y buen gusto, Urrabieta nos ofrece en esta edición en volumen del primer gran folletín de las historia de la literatura popular española una prueba más de los no por humildes menos dignos y respetables orígenes del género que tanto amamos.
© Acotaciones, 2010