James M. Fox, Renversez la vapeur!, Coll. Série Noire nº
346,
Gallimard, Paris, 1956
Si recorrer las páginas de cualquiera de los libros que integran esa auténtica Biblioteca Mayor del género que es la Série Noire de Gallimard siempre constituye un deleite para el aficionado, aún lo es más cuando el relato escogido reúne, sin excepción, todos los ingredientes propios de un particular estilo de narrar historias que no sólo ha conseguido doblar la esquina del milenio manteniendo una relativa buena salud, sino que parece reverdecer en esta edad de hierro nuestra en la que los estantes de las librerías están tan llenos de autores aclamados como de pésimos narradores, resultando ser unos y otros las mismas personas.
Porque han de saber ustedes que buena parte del éxito de la novela negra, policíaca o criminal –llámesele como se quiera- reside precisamente en eso, en ser el producto de una excepcional capacidad para narrar, desarrollada por sus autores a lo largo de años de callado esfuerzo, de modestas (tan sólo en apariencia) contribuciones en magazines de papel de pulpa, de trabajo minucioso y artesano, de observación certera de la realidad, de sentido del tiempo y del espacio… ¡Qué más decir...! En el caso de los grandes maestros, el triunfo de la novela negra es el resultado de una vis narrativa cuajada de momentos de inspiración sublime, como los que fueron necesarios para crear los grandes personajes que han hecho famoso al género.
Portada de la edición original de Free Ride,
Popular Library, New York, 1957
Lo cierto es que me he llevado una gran sorpresa, y de las agradables, tras
la lectura de la entretenidísima novela que presentamos en la entrada de
hoy, obra firmada por James M. Fox (seudónimo bajo el que
se oculta el nombre de su verdadero autor, Johannes Matthijs Willem
Knipscheer, nacido en La Haya en 1908 y muerto en Los Angeles en
1989, quien también usó el seudónimo Grant Holmes).
Un verdadero compendio de buen hacer novelesco esta
Renversez la vapeur!, versión francesa a cargo de Bruno Martin de la novela
titulada Free Ride (Popular Library, New York,
1957), que más tarde también sería publicada bajo el título de
Cell Car 54.
Llena de auténtica acción y, por supuesto, de genuina seducción, la pluma
de James M. Fox convierte a
Free Ride en una narración casi cinematográfica
(por desgracia no me consta que haya sido llevada al cine) protagonizada por
el inspector de policía de Los Angeles Jerry Long,
personaje que ya había aparecido en otro título del autor,
Code Three (1953), también publicada bajo el
título de Dead Shot (Sirena de Alarma
en la versión mejicana de la editorial Constancia, 1957, Colección “Jaguar”
nº 18) y que se dejaría ver por tercera y última vez en la novela titulada
Dead Pigeon (1967).
Una acción y una seducción que se entremezclan con la violencia propia de un relato hard boiled narrado con maestría, en el que el tiempo novelesco coincide con el tiempo real, marcado capítulo a capítulo por los largos tramos que devora a toda velocidad el streamliner “Sunland Mercury”, prodigio de lujo y confort que conecta las capitales del sur de los Estados Unidos, convertido aquí en imagen viva del bienestar alcanzado por ese país en la década de los cincuenta.
Portada de Code Three
Pennant Books, New York, 1953
La historia se desarrolla en el interior del tren, en su trayecto desde Nueva Orleans hasta Los Angeles. Jerry Long y su compañero, el fumador de pipa de espuma de mar Chuck Conley, han recibido el encargo de custodiar a un hombre acusado de haber asesinado a golpes a un productor de televisión en el parking de un club nocturno de la capital californiana. El homicida en cuestión resulta ser un ex boxeador alcohólico, llamado Maxwell, que ya había sido detenido en numerosas ocasiones por proxenetismo y cobro de apuestas amañadas. A la luz de las extrañas coincidencias que van produciéndose a lo largo del viaje, el inspector Long comienza a preguntarse sino habrá detrás del asunto algo más que un simple caso de homicidio en segundo grado. La cosa se complica cuando aparecen en escena dos mujeres, una buena y otra no tan buena, pero ambas -como no podía ser de otra manera- enormemente atractivas y desenvueltas.
Reedición de Renversez la vapeur! en la colección "Carré Noir"
(Gallimard, Paris, 1973) ejemplo notorio del grado de decadencia
alcanzado por el género en los años setenta del siglo pasado, cuando
el editor hubo de recurrir a colocar en las portadas fotografías
de preciosas señoritas en cueros, que por supuesto nada tenían que
ver con el contenido de las novelas. Desde luego, no seremos nosotros los
que vengamos ahora a reprochárselo...
¿Serán las únicas en crearle conflictos a este inspector mal pagado,
pasable bebedor de whisky, fumador empedernido de
Luckies, duro …durísimo pegador y, aunque no resulte evidente a primera vista,
poli dotado con un excelente olfato para saber cuando algo no encaja? Por
supuesto que no, para eso se hacen presentes, de principio a fin, una serie
de personajes más que sospechosos, como el gangster
Tony Venuto, a quien los modales expeditivos del inspector
Long se encargan de impedir que suba al tren, o el capo siciliano
Joseph Rossini, alias “colmillito”, quien viaja bajo
identidad falsa, aparentando ser un rico corredor de bolsa camino de la
costa oeste para disfrutar de unas vacaciones. Lo que parecía un simple caso
de homicidio acaba convirtiéndose en algo más serio, pues parece que la
mafia está muy interesada en que Maxwell desaparezca antes
de que el tren llegue a su destino… En fin, lo mejor será no seguir más
adelante en la descripción de los fabulosos personajes que discurren por
esta estupenda novela de James M. Fox, para no privar
a nadie del placer de disfrutar de unas cuantas horas de agradable
lectura en su compañía.
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