lunes, 9 de noviembre de 2009

JAMES M. CAIN - EL CARTERO LLAMA DOS VECES / EL ESTAFADOR

James M. Cain, El cartero llama dos veces / El estafador, Col. "Club del Misterio" nº 9, Bruguera, Barcelona, 1981 (trad. Manuel Barberá)

Al igual que el inexistente cartero de la novela, en el transcurso de unos pocos días, vengo yo a llamar por segunda vez a la puerta del escritor norteamericano James M. Cain. Esta vez lo hago con un fuerte aldabonazo, o apretando el timbre hasta hundirlo si lo prefieren, en forma de entrada sobre la que es, por muchas razones, su obra de referencia. En efecto, El cartero (siempre) llama dos veces (The Postman Always Ring Twice, Alfred A. Knopf, New York, 1934) destacó desde su publicación por levantar una gran polvareda en los medios literarios y entre los propios lectores. Situémosla en el tiempo. Los Estados Unidos comienzan tímidamente a levantar cabeza tras la Gran Depresión. Para muchos norteamericanos las palabras New Deal, acuñadas por la administración Roosevelt, apenas significaban nada. El paro, el analfabetismo y la marginalidad eran algo más que fantasmas campando por sus respetos sobre la depauperada geografía estadounidense de principios de los años treinta. Ambas estaban profundamente enquistadas en la sociedad y constituían un caldo de cultivo excelente para la violencia y el crimen, ya fuera en forma de explosión de las actividades ilícitas de bandas organizadas o de proliferación de vagabundos y malhechores de toda laya que, tal y como nos los ha pintado el cine, acostumbraban a caminar sin rumbo, subiéndose en marcha a los trenes de carga o montándose en la parte trasera de una destartalada camioneta.

Camisa de la primera edición de The Postman Always Rings Twice (Alfred A. Knopf, New York, 1934). El éxito de la novela fue inmediato aunque hubo que esperar hasta 1946 para que Hollywood se decidiera a llevarla al cine

A este último grupo pertenece Frank Chambers, protagonista principal de la novela de Cain. Este vago redomado recalará en el restaurante que Nick Papadakis, "El Griego", regenta a las afueras de Los Angeles con la ayuda de su atractiva esposa Cora. Allí trabará relación con ambos, con las consecuencias que quienes ya tuvieron la suerte de leer la novela conocen y que, para no arruinar el solaz de los que todavía no lo hicieron, no descubriremos aquí.

En el plano conceptual -no toda obra maestra debe ofrecer perspectivas desde ese ángulo, pero El cartero llama dos veces lo hace-, el relato puede resultar paradójico, pues tiene bastante de juego con lo accidental, con lo contingente, con lo fortuito y, al mismo tiempo, tiene mucho de reflexión involuntaria sobre la doctrina de la predestinación. Las cosas se complican para Frank y Cora porque suceden hechos imprevistos (por ejemplo, que un gato se electrocute), pero de la misma manera podría decirse que el futuro de Frank y Cora va ensombreciéndose a medida que los propios personajes toman decisiones aparentemente acertadas dentro de su confusa, pasional y errática concepción de la existencia, que sin embargo se mostrarán completamente equivocadas desde la racionalidad de aquel mundo cruel en que vivían.

Tay Garnett se encargó de dirigir a Lana Turner y a John Garfield en la primera versión cinematográfica de El cartero siempre llama dos veces. En otro lugar de este blog pueden ver el fotograma en que Frank (John Garfield) le arrea con una llave inglesa un golpe mortal a Nick (Cecil Kellaway)

Desde el punto de vista literario, mucho se ha dicho, bueno y malo, de esta obra. Fuertemente condicionada por el éxito de sus adaptaciones al cine, la crítica reciente ha tendido a sacralizarla. Quizá no sea para tanto. Sin embargo, desde mi punto de vista, nadie le puede negar que presenta, al menos, dos raras virtudes. La primera de ellas radica en que el autor logra obtener un máximo rendimiento estético y formal con una economía de medios poco común, raramente advertida, incluso, en los mejores ejemplos del género. La segunda, y a mi jucio la más importante, El Cartero llama dos veces consigue demostrar que la literatura popular puede colocarse en un plano de igualdad con otras literaturas, pretendidamente más selectas, al innovar en dos terrenos, el narrativo y el argumental, sin por ello dejar de cumplir con requisitos propios de la literatura de masas, tales como la rapidez en el planteamiento y desarrollo de la acción, lo sumario de las descripciones o la confección de retratos morales a partir de gestos y actitudes que podrían habitualmente pasar inadvertidos.

Las adaptaciones de la novela no se han limitado, como pueden ver, al cine. En 1985, Florenci Clavé realizó para Glénat esta versión de la obra de James M. Cain. En la portada, se dejan ver las influencias de la célebre escena protagonizada por Jessica Lange y Jack Nicholson en la versión de 1981, dirigida por Bob Rafelson

De su influencia en la génesis del estilo que se ha dado en llamar hard boiled, por lo explícito de algunas escenas de sexo y violencia, no voy a hablar aquí, pues casi todo está dicho y escrito. Tan sólo quisiera destacar, como ya hice en una entrada precedente, que el propio Cain renunció de manera expresa a constituirse en fundador de dicho credo. Pienso que, sabedor de la importancia de su obra, quiso a toda costa evitar -es cierto que sin mucho éxito- que ésta se convirtiera en modelo de preceptiva, con el fin de no restarle mérito a su intrínseca originalidad. En suma, no descubro nada si digo que estamos ante una novela de las que merecen ser leídas no una sino varias veces a lo largo de la vida.

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Cubierta de un ejemplar de The Embezzler
("Avon Murder Mistery Monthly" nº 20, 1940

Bruguera, en nuestra querida y completísima colección tardopulp "Club del Misterio" realizó en esta ocasión un coupling con el relato El Estafador (The Embezzler), que fuera publicado por entregas en Liberty (1938) bajo el título Money and the Woman, para acompañar posteriormente (1943) a Double Indemnity en su edición bajo formato de libro. Money and the Woman fue llevada al cine en 1940 por William K. Howard, con Jeffrey Lynn y Brenda Marshall. En El Estafador el vicepresidente de un banco se presta a los enrevesados manejos de una de las empleadas de la sucursal que se halla inspeccionando, con el fin de restituir fraudulentamente el dinero estafado durante años por su marido a los sufridos impositores. Nuevamente, los amores peligrosos son el desencadenante en este relato breve de Cain, testimonio fiel de las flaquezas humanas rebosante de realismo. La cubierta del número 9 de "Club del Misterio" estuvo a cargo de Isidre Monés y las ilustraciones interiores las firma nada menos que Carlos Freixas. Puede encontrarse una breve reseña biográfica de James M. Cain en la entrada que dedicamos a su obra Al final del arco iris.

Cubierta de un ejemplar del magazine Liberty, correspondiente al año 1938, en que fue publicado por entregas el relato de Cain Money and the Woman (cortesía de Nostalgiaville).

MARGARET MILLAR - SÓLO MONSTRUOS

Margaret Millar, Sólo Monstruos, Col. "El Séptimo Círculo" nº 236, Compañía Impresora Argentina (Emecé), Buenos Aires, 1971 (trad. de Marta Isabel Gustavino)

La lectura de un libro es, con frecuencia, producto de un hecho fortuito. Uno echa un vistazo a los anaqueles de la biblioteca en busca del tipo de narración que la situación requiere y, si tiene suerte, la encuentra. La novela policíaca y de misterio suele ser la preferida de quienes van a acostarse y no piensan madrugar mucho, pues recorren sus páginas con el íntimo anhelo de que la intriga les transporte con ligereza lo más lejos posible. Tal sucedió la velada en que discretamente alojados en una de las andanas más próximas al suelo aparecieron unos ejemplares de la venerable y venerada colección argentina "El Séptimo Círculo", creada a mediados de los cuarenta del siglo pasado por Jorge Luis Borges y Alfredo Bioy Casares.

Cubierta de un ejemplar de la primera edición de Beyond this Point are Monsters (1970). Destaca el aire pop de la ilustración, muy propio de la época, evocador de ideas y escenarios que poco tienen que ver sin embargo con los recogidos en la narración

Así fue como terminé enfrascado en la lectura de Sólo monstruos (Beyond this Point are Monsters, Random House, New York, 1970), que más tarde fuera reimpresa en castellano bajo el título de Más allá hay monstruos (Col. "Club del Misterio" nº 34, Bruguera, Barcelona, 1981), una novela que, desde el principio, atrajo mi atención por el entorno en que se desarrolla el comienzo de la acción. Los empleados del rancho Yerba Buena, situado al sur de California, en las proximidades de la frontera mexicana, buscan afanosamente al desaparecido propietario del mismo en el fondo de una de las balsas de riego. A medida que se avanza en la lectura, ahondar en las complejas relaciones personales de los protagonistas resulta apasionante. Una mujer desubicada en ese remoto rincón de los Estados Unidos, un esposo insatisfecho que vive condicionado por el recuerdo de su padre fallecido en accidente y por la presencia autoritaria de su madre, configuran, junto a la familia mexicana que vive en el rancho y los temporeros que atraviesan clandestinamente la frontera, un brillante cuadro objetivo de la sociedad rural del sur de California a finales de los años sesenta.

El número 34 de la colección "Club del Misterio" reprodujo en su integridad la edición de "El Séptimo Círculo", con la sóla excepción del título, que aquí es traducido como Más allá hay monstruos

Se ha dicho que los relatos de Millar abordan con finura la psicología femenina. Nada más cierto. En Sólo monstruos vemos a una mujer frustrada en el plano moral y sexual que compite su suegra en la conquista del ascendente sobre un marido que se ve obligado a nadar entre dos aguas. De una parte, agobiado por la responsabilidad de gestionar la herencia de su malogrado padre bajo la mirada atenta de su madre. De otra, consciente de la necesidad de atender a la mujer con la que ha contraído precipitadamente matrimonio y a la que ha transportado súbitamente de un mundo cosmopolita a un entorno rural. En medio de todo ello, su extraña desaparición, de la que su mujer es principal sospechosa. A esta penetración psicológica de la autora se une una incuestionable habilidad narrativa que convierte la lectura de la novela en un placentero ejercicio de evasión. Una lectura que invita a continuar explorando los mundos novelados de Margaret Millar.

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Nacida en 1915 en Kitchener, Ontario (Canadá) y muerta en su casa de Santa Bárbara, California (Estados Unidos) en 1994 [obituario en el New York Times], Margaret Millar fue la esposa del también escritor Kenneth Millar, más conocido por su seudónimo, Ross Macdonald. A lo largo de su vida escribió una treintena de novelas, entre las que se cuenta la celebrada Iron Gates (1ª ed. en castellano Las rejas de hierro, Col. "El Séptimo Círculo" nº 105, Emecé, Buenos Aires, 1953).

© Acotaciones, 2009


Margaret Millar
(Cortesía de la New York Public Library Digital Gallery)