jueves, 10 de diciembre de 2009

AUTORES SELECTOS DE LA BIBLIOTECA ORO (II): MARK CHANNING


Tras haber dedicado una entrada al genial Edgar Wallace, continuamos presentando algunos de los mejores autores de nuestra querida Biblioteca Oro, una colección rebosante de sugestivos títulos que, en muchos casos, continúan siendo a día de hoy las primeras y únicas ediciones disponibles en lengua castellana. Llega el turno ahora para Mark Channing, seudónimo de Leopold Aloysius Matthew Jones, autor británico nacido en Kentish Town (Londres) en 1879. Channing sirvió primero como oficial del ejército en la Guerra de los Bóers (1900-1901). Concluido el conflicto, que Kipling definiera tan acertadamente en el título de su relato corto A Sahib's War ("Una guerra de Sahibs"), Channing fue destinado a la India. Participará más tarde en la Primera Guerra Mundial, en que será ascendido al grado de mayor, para retirarse finalmente del servicio activo en 1921. Fue el autor de cuatro novelas de aventuras ampliamente difundidas, El Rey Cobra, La montaña envenenada y Nueve vidas, ambientadas en la India, y El Pitón Blanco, situada en el Tibet. El protagonista de todas ellas es el agente del servicio secreto inglés Mayor Colin Gray. Tres de las cuatro fueron publicadas por la Biblioteca Oro en su serie Azul. Hasta donde sabemos, Nueve Vidas no ha sido todavía traducida al castellano. Mark Channing moriría en Buckinghamshire en 1943, a los sesenta y cuatro años de edad.

El mayor Colin Gray, que representa al servicio secreto británico en la India, el Tibet y Afganistán, se enfrenta en El Rey Cobra al "Hombre del Velo", jefe del grupo de guerreros Yanistani de la India, así como al bandido Alam Khan, conocido por el sobrenombre de "Rey Cobra". Esta trepidante Lost Race termina con el descubrimiento del reducto subterráneo de los descendientes nada menos que del legendario Preste Juan. La teoría de la tierra hueca, además de en el verniano Viaje al centro de la tierra, es un tema que ha sido tratado con relativa frecuencia en la literatura fantástica. Entre otros, dos libros que recuerdo haber leído ya hace tiempo incorporan dicho asunto a la narración. El primero de ellos, The Coming Race (La raza venidera) de Edward Bulwer Lytton, relato anticipador del uso de la energía atómica (el misterioso vril de Lord Lytton) en el que las entrañas de la tierra son habitadas por misteriosos seres de una antigua raza. El segundo, Bestias, hombres y dioses (1922), de Ferdinand Ossendowski, contiene la narración del extraordinario periplo del propio autor, alto funcionario del gobierno ruso blanco, a través de Siberia y el Asia Central en su huída de los victoriosos bolcheviques. Por mediación de enigmáticos personajes, Ossendowski llegará a trabar conocimiento con los superiores desconocidos del mítico reino de Agartha, antes de buscar refugio en China tras haber recorrido miles de kilómetros por el Tibet junto con un puñado de oficiales adictos.

La portada de la Biblioteca Oro está basada en la de la edición original. El anónimo artista hispano (¿Bocquet?) se habría limitado a añadir los dos personajes que aparecen en la parte inferior de la cubierta.


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King Cobra, Hutchinson, London, 1933 (previamente serializada en el Daily Mail)

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El rey cobra, Biblioteca Oro nº I-29, Molino, Barcelona, 1934

De la misteriosa India, Colin Gray pasará al no menos enigmático Tibet para, en El pitón blanco, visitar una lamasería donde criaturas del inframundo, a las órdenes de la gran sacerdotisa Gynia, adoran a un enorme ofidio. Nuevamente el mundo subterráneo está presente en un relato de Mark Channing. Colin Gray tendrá que enfrentarse allí al forajido Choijieff, quien pretende derrocar al Dalai Lama y hacerse con el poder absoluto, en cumplimiento de una antigua profecía. En este caso, la ilustración de portada de la Biblioteca Oro es prácticamente gemela de la edición londinense. Tan sólo difiere de ésta en la presentación de los créditos.

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White Python, Hutchinson, London, 1933

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El pitón blanco, Biblioteca Oro nº I-26, Molino, Barcelona, 1934

Finalmente, en La montaña envenenada, tercera de las aventuras del mayor Colin Gray, el agente secreto británico y su esposa Diana viajarán a los remotos montes Kuen-Lun. Ambos serán capturados por el villano Lall Behari mientras disfrutan de su luna de miel. Éste decide apoderarse de Diana y sacrificar a Gray a la diosa Gauri Jan. A lo largo de sus aventuras tendrán que superar terribles pruebas, como la aparición de un extraño y ponzoñoso gas que, surgido de las montañas, lleva consigo la muerte de quienes lo respiran.

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The Poisoned Mountain, Lippincott, Philadelphia/London 1935

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La montaña envenenada, Biblioteca Oro nº I-43, Molino, Barcelona, 1936

A pesar de que el público de habla hispana se quedara huérfano de Nueve vidas -con el que se completa la tetralogía de Channing sobre las aventuras del mayor Colin Gray- como consecuencia, probablemente, del estallido de nuestra fratricida contienda (recuérdese que Molino anunciaba en julio de 1936 la inminente aparición del número I-45 de la serie azul, El tesoro de Sierra Madre, de Boris Traven, que nunca llegaría a ver la luz) las tres novelas restantes de Mark Channing constituyen una armoniosa terna, digna de ocupar un puesto de privilegio en el parnaso del subgénero Lost Race, junto a las obras de autores de la talla de un Ridder Haggard (Las minas del Rey Salomón y otras novelas de Allan Quatermain), un James Hilton (Horizontes Perdidos) o un Pierre Benoit (La Atlántida).

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REFERENCIAS:

En el excelente blog del ilustrador canadiense John Adcock, Yesterday Papers, pueden encontrar una entrada consagrada a la novela King Cobra, en su versión aparecida en 1934 como serial en las páginas del Halifax Herald.

La ilustración de cabecera corresponde a la camisa restaurada de la primera edición americana de White Python, ofrecida por Facsimile Dust Jackets.

Las cubiertas de las primeras ediciones en inglés de King Cobra, White Python y The Poisoned Mountain proceden de la web del coleccionista Robert Weinberg, concretamente de su magnífica sección de libros raros.

© Acotaciones, 2009

miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA "MALAVITA" SEGÚN LOMBROSO


Puede parecer chocante, a primera vista, encontrar una referencia a los orígenes de la escuela criminalista en un blog como éste, cuyo interés cardinal está puesto en la literatura popular y otras manifestaciones adyacentes. No obstante, una vida y una obra como las de Cesare Lombroso no pueden pasar desapercibidas a quien se interese, siquiera mínimamente, en cuanto se oculta tras el crimen como manifestación inhabitual del comportamiento humano. Los aficionados al género policial, de misterio o de terror encontrarán por añadidura en Lombroso una alucinante guía por los intrincados vericuetos de la malavita en sus más diversas manifestaciones. Si Vidocq es reputado como el iniciador del género policial desde su experiencia práctica como delincuente, primero, y como implacable -aunque ficiticio- perseguidor de malhechores, más tarde, el Dr. Lombroso es uno de los padres del criminalismo como doctrina a partir de sus algo desordenados, pero valiosos, estudios sobre el cuerpo y la mente del delincuente. Sitios hay a lo largo del ancho ciberespacio dónde el lector podrá encontrar referencias a las controvertidas teorías del doctor veronés, como la que afirma la existencia del delincuente nato y el loco moral, por ello aquí nos vamos a ceñir a los aspectos más inquietantes y freaky de un galeno que, un poco a lo mad doctor, recorrió a lo largo de su existencia infinidad de manicomios, correcionales y presidios, frecuentando a buena parte de la flor y nata de la malavita italiana de finales del XIX, diseccionando y estudiando los cadáveres de asesinos, locos y suicidas (a veces todo ello), con el fin de contribuir desde la medicina forense al progreso de la ciencia criminal.

De inapreciable ayuda en este inusual recorrido por la cara oculta del ser humano han sido los dos volúmenes de su Medicina Legal (La España Moderna, Madrid, 1902, traducción del Dr. Pedro Dorado), compendio en castellano de varios trabajos de Lombroso, principalmente de su obra cumbre L'uomo delinquente.

Comienza Lombroso por introducirnos en el mundo del crimen hablando de la equivalencia del delito entre los salvajes y entre los niños. Más adelante pasamos al delito propiamente dicho (es decir, el cometido por adultos), estableciendo una tipología del delincuente. Distingue el Dr. Lombroso cinco tipos principales, a saber: natural, de ocasión, loco, por pasión y habitual. Casi todos los criminales de papel entran al menos en una de estas categorías. Veamos algunos ejemplos:


Ninguno de los aspectos físicos o morales del criminal escapa al ojo escrutador de nuestro doctor. Comenzando por la anatomía patológica, vemos cómo las facies determinan, para Lombroso, la inclinación de ciertas personas al delito. Se fija principalmente en el cráneo (la colección de calaveras del Dr. Lombroso era tan asombrosa como la cantidad de éllas que desechaba), en el cerebro y el cerebelo (también poseyó un amplio surtido) y, finalmente, en el tronco y extremidades (no nos consta si conservaba alguna de estas partes en su gabinete). El criminal ruso Willip, constituye, en este sentido, un ejemplo paradigmático:
Uno de los aspectos curiosos que reclamó la atención del egregio forense italiano fue el de los tatuajes, cortes y escarificaciones con las que los delincuentes gustan de profanar hasta los más recónditos lugares de su piel. Tras una breve introducción a los orígenes e historia de dicha práctica entre los salvajes y los pueblos antiguos, pasa el Dr. Lombroso a analizar su decadente uso entre los contemporáneos -poco imaginaba nuestro singular doctor que esta costumbre terminaría por experimentar un gran impulso en el tránsito del siglo XX al XXI-, para terminar con el estudio de tal manía entre los criminales. De la observación de estos caprichosos adornos en presidiarios deduce Lombroso no pocas afecciones y desórdenes que aquejan al criminal, la mayoría de ellas de naturaleza sexual. Fíjense sino en esta original interpretación del cuerpo tatuado de un convicto, en la que se puede apreciar, singularmente, cómo menudean los recuerdos o avisos nada bien intencionados a antiguas amantes:
O esta otra, procedente de una lámina en la que se recogen tatuajes practicados a reclusos especialmente proclives a la sodomía:

Ofrece también el Dr. Lombroso multitud de ejemplos de exclamaciones o sentencias tatuadas en la piel que vienen a ilustrar los dibujos contiguos, describiendo con especial economía verbal el estado de ánimo de los interfectos:
Sin suerte - Nacido bajo una mala estrella- El presidio me aguarda - Hijo de la desgracia

Maldiciones e imprecaciones hacia quienes fueron la causa de su mal:

Muerte a la chusma - Mueran las mujeres infieles - Muerte a los ladrones

O pura y simplemente obscenidades, generalmente tatuadas en los genitales o en sus proximidades:

Venid, señoritas, al rubí del amor - Placer de las mujeres - Ella piensa en mí - Amigo de lo contrario.

En ocasiones, los criminales acostumbran también a proyectar sus sentimientos en forma escrita, más o menos literaria. el Dr. Lombroso analiza sus manuscritos y otras manifestaciones de la creatividad criminal y carcelaria, como los grafiti en las paredes o las inscripciones y dibujos que figuran en el insólito ejemplo que a continuación les muestro.

Lombroso dedica asimismo numerosas páginas al estudio de la jerga y la literatura presidiaria y delincuencial, un aspecto de sumo interés en el que, como no podía ser de otro modo, Vidocq constituye una referencia de primer orden. La jerga cumple en primer lugar una función de protección para el delincuente, al no ser conocida, en principio, por quienes no pertenecen al hampa. En sardo, incluso, se denomina a la jerga cobertanza (cobertura). Desempeña la jerga al mismo tiempo una función de identificación -dice Lombroso- entre la gente de la malavita que frecuenta presidios, burdeles y tabernas. El nomadismo y la tradición familiar, tendencia una y característica propia la otra del tipo criminal, determinan asimismo el uso de palabras pertenecientes a la jerga. Llega a afirmar el médico veronés que, al igual que los tatuajes, la jerga reproduce las tendencias del hombre primitivo y, por lo tanto, tiene un origen atávico: "los criminales hablan salvajemente porque son salvajes que viven en medio de la civilización moderna".

Pero, como decíamos, no termina en lo físico el campo de estudio de Cesare Lombroso. Antes bien, consagra buena parte de su esfuerzo al estudio de las enfermedades mentales y su influencia en el crimen. El cretinismo, el idiotismo, la imbecilidad o el matoidismo (éste vendría a definir, de acuerdo con Lombroso, a "un imbécil con la librea del genio") son descritos como causas directamente relacionadas con la práctica de la delincuencia. De estas afecciones, el eximio médico forense ofrece numerosos ejemplos, como éstos,

o estos otros:No deja de ser curioso, al tiempo que instructivo para los futuros practicantes de la medicina legal, que en el manual del Dr. Lombroso se ofrezcan referencias a los distintos modos de proceder que tienen los suicidas para cometer la fatídica agresión sobre su persona. A continuación podemos ver algunas de éllas, más dignas de ilustrar un folletín de Rocambole que de formar parte de una obra dirigida al público universitario:


Ocuparía más espacio del que disponemos el describir con detalle todo cuanto contienen las páginas de la extraordinaria Medicina Legal de Lombroso, desde el estudio de las tendencias criminales en las prostitutas hasta los efectos que produce el imán al ser aplicado sobre la piel de los delincuentes, pasando por toda una larga lista de las más disparatadas pruebas y observaciones que imaginarse uno pueda.

Para concluir diremos que necesariamente se ha de leer a Lombroso con las prevenciones que el paso del tiempo y los avances de la ciencia médico-legal aconsejan. Entre éllas, la de considerar su obra desde la perspectiva amable, desenfadada y liviana de la literatura popular. Justamente por esta razón recomendamos la lectura de este libro deliciosamente inactual, que debería figurar en la biblioteca de todo curioso de los asuntos tocantes al extraño mundo de lo criminal.

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Cesare Lombroso, nombre con el que italianizó el suyo verdadero de Ezechia Marco Lombroso, probablemente para ocultar su condición de hebreo, nació en Verona en 1835 y murió en Turín en 1909. Fue un médico y criminólogo que desarrolló y popularizó las teorías sobre el delincuente de Ferri y Garofalo, entre éllas la del criminal nato. Éstas suscitaron fuerte oposición entre juristas y compañeros de profesión, ya que Lombroso consideraba imputables por igual a todos los sujetos, ya fueran estos personas "normales" o irresponsables, estableciendo una relación directa entre la menor responsabilidad de un sujeto y su peligrosidad. La mayoría de sus obras han sido traducidas al castellano, aunque son pocas las que se continúan imprimiendo en la actualidad.
© Acotaciones, 2009


lunes, 7 de diciembre de 2009

ALMANAQUE ACOTACIONES 2010 - PORTADAS ORIGINALES

A continuación podeis contemplar las portadas de las que proceden las ilustraciones contenidas en el ALMANAQUE ACOTACIONES 2010:

Emilio FREIXAS
(Stanley Shaw, La sirena de las nieves, Biblioteca Oro nº 175)



José LONGORIA
(Rex Beach, La horda plateada, Biblioteca Oro I-9)



Alejandro COLL
(José Figueroa Campos, Ébano, Biblioteca Oro nº 166)



Xirinius (Jaime JUEZ)
(Hugo Wast, El camino de las llamas, Biblioteca Oro nº I-16)



Carlos FREIXAS
(H.A. Kivingston Hahn, El doctor Sibelius, Biblioteca Oro, nº 215)



Fernando BOSCH
(Erle Stanley Gardner, El caso de la piernas bonitas, Biblioteca Oro, nº III-63)



GARCÍA NAVARRO
(Rex Beach, Oro de la selva, Biblioteca Oro, nº 125)



Roque RIERA ROJAS
(E. Guzmán Prado, El valle del olvido, Biblioteca Oro nº 139)



G. NIEBLA
(José J. Morán, El caso de las 7 trompetas, Biblioteca Oro nº 151)



Alfredo ARMENGOL TERRÉS
(William Byron Mowery, El reto del norte, Biblioteca Oro I-21)



Jaime TOMÁS
(James B. Hendrix, Downey de la policía montada, Biblioteca Oro I-39)



Juan Pablo BOCQUET
(Edison Marshall, La reina del antártico, Biblioteca Oro nº 142)