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miércoles, 9 de diciembre de 2009

LA "MALAVITA" SEGÚN LOMBROSO


Puede parecer chocante, a primera vista, encontrar una referencia a los orígenes de la escuela criminalista en un blog como éste, cuyo interés cardinal está puesto en la literatura popular y otras manifestaciones adyacentes. No obstante, una vida y una obra como las de Cesare Lombroso no pueden pasar desapercibidas a quien se interese, siquiera mínimamente, en cuanto se oculta tras el crimen como manifestación inhabitual del comportamiento humano. Los aficionados al género policial, de misterio o de terror encontrarán por añadidura en Lombroso una alucinante guía por los intrincados vericuetos de la malavita en sus más diversas manifestaciones. Si Vidocq es reputado como el iniciador del género policial desde su experiencia práctica como delincuente, primero, y como implacable -aunque ficiticio- perseguidor de malhechores, más tarde, el Dr. Lombroso es uno de los padres del criminalismo como doctrina a partir de sus algo desordenados, pero valiosos, estudios sobre el cuerpo y la mente del delincuente. Sitios hay a lo largo del ancho ciberespacio dónde el lector podrá encontrar referencias a las controvertidas teorías del doctor veronés, como la que afirma la existencia del delincuente nato y el loco moral, por ello aquí nos vamos a ceñir a los aspectos más inquietantes y freaky de un galeno que, un poco a lo mad doctor, recorrió a lo largo de su existencia infinidad de manicomios, correcionales y presidios, frecuentando a buena parte de la flor y nata de la malavita italiana de finales del XIX, diseccionando y estudiando los cadáveres de asesinos, locos y suicidas (a veces todo ello), con el fin de contribuir desde la medicina forense al progreso de la ciencia criminal.

De inapreciable ayuda en este inusual recorrido por la cara oculta del ser humano han sido los dos volúmenes de su Medicina Legal (La España Moderna, Madrid, 1902, traducción del Dr. Pedro Dorado), compendio en castellano de varios trabajos de Lombroso, principalmente de su obra cumbre L'uomo delinquente.

Comienza Lombroso por introducirnos en el mundo del crimen hablando de la equivalencia del delito entre los salvajes y entre los niños. Más adelante pasamos al delito propiamente dicho (es decir, el cometido por adultos), estableciendo una tipología del delincuente. Distingue el Dr. Lombroso cinco tipos principales, a saber: natural, de ocasión, loco, por pasión y habitual. Casi todos los criminales de papel entran al menos en una de estas categorías. Veamos algunos ejemplos:


Ninguno de los aspectos físicos o morales del criminal escapa al ojo escrutador de nuestro doctor. Comenzando por la anatomía patológica, vemos cómo las facies determinan, para Lombroso, la inclinación de ciertas personas al delito. Se fija principalmente en el cráneo (la colección de calaveras del Dr. Lombroso era tan asombrosa como la cantidad de éllas que desechaba), en el cerebro y el cerebelo (también poseyó un amplio surtido) y, finalmente, en el tronco y extremidades (no nos consta si conservaba alguna de estas partes en su gabinete). El criminal ruso Willip, constituye, en este sentido, un ejemplo paradigmático:
Uno de los aspectos curiosos que reclamó la atención del egregio forense italiano fue el de los tatuajes, cortes y escarificaciones con las que los delincuentes gustan de profanar hasta los más recónditos lugares de su piel. Tras una breve introducción a los orígenes e historia de dicha práctica entre los salvajes y los pueblos antiguos, pasa el Dr. Lombroso a analizar su decadente uso entre los contemporáneos -poco imaginaba nuestro singular doctor que esta costumbre terminaría por experimentar un gran impulso en el tránsito del siglo XX al XXI-, para terminar con el estudio de tal manía entre los criminales. De la observación de estos caprichosos adornos en presidiarios deduce Lombroso no pocas afecciones y desórdenes que aquejan al criminal, la mayoría de ellas de naturaleza sexual. Fíjense sino en esta original interpretación del cuerpo tatuado de un convicto, en la que se puede apreciar, singularmente, cómo menudean los recuerdos o avisos nada bien intencionados a antiguas amantes:
O esta otra, procedente de una lámina en la que se recogen tatuajes practicados a reclusos especialmente proclives a la sodomía:

Ofrece también el Dr. Lombroso multitud de ejemplos de exclamaciones o sentencias tatuadas en la piel que vienen a ilustrar los dibujos contiguos, describiendo con especial economía verbal el estado de ánimo de los interfectos:
Sin suerte - Nacido bajo una mala estrella- El presidio me aguarda - Hijo de la desgracia

Maldiciones e imprecaciones hacia quienes fueron la causa de su mal:

Muerte a la chusma - Mueran las mujeres infieles - Muerte a los ladrones

O pura y simplemente obscenidades, generalmente tatuadas en los genitales o en sus proximidades:

Venid, señoritas, al rubí del amor - Placer de las mujeres - Ella piensa en mí - Amigo de lo contrario.

En ocasiones, los criminales acostumbran también a proyectar sus sentimientos en forma escrita, más o menos literaria. el Dr. Lombroso analiza sus manuscritos y otras manifestaciones de la creatividad criminal y carcelaria, como los grafiti en las paredes o las inscripciones y dibujos que figuran en el insólito ejemplo que a continuación les muestro.

Lombroso dedica asimismo numerosas páginas al estudio de la jerga y la literatura presidiaria y delincuencial, un aspecto de sumo interés en el que, como no podía ser de otro modo, Vidocq constituye una referencia de primer orden. La jerga cumple en primer lugar una función de protección para el delincuente, al no ser conocida, en principio, por quienes no pertenecen al hampa. En sardo, incluso, se denomina a la jerga cobertanza (cobertura). Desempeña la jerga al mismo tiempo una función de identificación -dice Lombroso- entre la gente de la malavita que frecuenta presidios, burdeles y tabernas. El nomadismo y la tradición familiar, tendencia una y característica propia la otra del tipo criminal, determinan asimismo el uso de palabras pertenecientes a la jerga. Llega a afirmar el médico veronés que, al igual que los tatuajes, la jerga reproduce las tendencias del hombre primitivo y, por lo tanto, tiene un origen atávico: "los criminales hablan salvajemente porque son salvajes que viven en medio de la civilización moderna".

Pero, como decíamos, no termina en lo físico el campo de estudio de Cesare Lombroso. Antes bien, consagra buena parte de su esfuerzo al estudio de las enfermedades mentales y su influencia en el crimen. El cretinismo, el idiotismo, la imbecilidad o el matoidismo (éste vendría a definir, de acuerdo con Lombroso, a "un imbécil con la librea del genio") son descritos como causas directamente relacionadas con la práctica de la delincuencia. De estas afecciones, el eximio médico forense ofrece numerosos ejemplos, como éstos,

o estos otros:No deja de ser curioso, al tiempo que instructivo para los futuros practicantes de la medicina legal, que en el manual del Dr. Lombroso se ofrezcan referencias a los distintos modos de proceder que tienen los suicidas para cometer la fatídica agresión sobre su persona. A continuación podemos ver algunas de éllas, más dignas de ilustrar un folletín de Rocambole que de formar parte de una obra dirigida al público universitario:


Ocuparía más espacio del que disponemos el describir con detalle todo cuanto contienen las páginas de la extraordinaria Medicina Legal de Lombroso, desde el estudio de las tendencias criminales en las prostitutas hasta los efectos que produce el imán al ser aplicado sobre la piel de los delincuentes, pasando por toda una larga lista de las más disparatadas pruebas y observaciones que imaginarse uno pueda.

Para concluir diremos que necesariamente se ha de leer a Lombroso con las prevenciones que el paso del tiempo y los avances de la ciencia médico-legal aconsejan. Entre éllas, la de considerar su obra desde la perspectiva amable, desenfadada y liviana de la literatura popular. Justamente por esta razón recomendamos la lectura de este libro deliciosamente inactual, que debería figurar en la biblioteca de todo curioso de los asuntos tocantes al extraño mundo de lo criminal.

***


Cesare Lombroso, nombre con el que italianizó el suyo verdadero de Ezechia Marco Lombroso, probablemente para ocultar su condición de hebreo, nació en Verona en 1835 y murió en Turín en 1909. Fue un médico y criminólogo que desarrolló y popularizó las teorías sobre el delincuente de Ferri y Garofalo, entre éllas la del criminal nato. Éstas suscitaron fuerte oposición entre juristas y compañeros de profesión, ya que Lombroso consideraba imputables por igual a todos los sujetos, ya fueran estos personas "normales" o irresponsables, estableciendo una relación directa entre la menor responsabilidad de un sujeto y su peligrosidad. La mayoría de sus obras han sido traducidas al castellano, aunque son pocas las que se continúan imprimiendo en la actualidad.
© Acotaciones, 2009


jueves, 16 de abril de 2009

GIBAULT, VIDOCQ, KIPLING, GEORGE R. R. MARTIN, SPILLANE, JAUFFRET

François Gibault, Céline , Mercure de France, Paris, 1977(I), 1985 (II), 1981 (III),(3 volúmenes)

(I) 1894-1932 Le temps des espérances
(II)1932-1944 Délires et persécutions
(III) 1944-1961 Cavalier de l'Apocalypse


El abogado de Lucette Almansor-Destouches escribe la más oficial, y al mismo tiempo, indispensable biografía de LFC. Las demás no hacen sino seguir su estela, sin aportar grandes novedades. Conviene, no obstante, leer a Philippe Alméras (Céline, entre haines et passion, Robert Laffont, Paris, 1994), bien documentada aunque por momentos parcial a causa de su insistencia constante en destacar el antisemitismo de Destouches. Nadie lo niega, pues el propio Céline se encargó de explicarlo repetidas veces, situándolo en su contexto. Está claro que si alguien lee las Bagatelles... o Les beaux draps sin saber hasta que punto Francia estuvo dividida sobre el particular desde bastante antes del Affaire hasta la Liberación, ese alguien considerará a Céline, sin más, como un bárbaro antisemita. No se trata de defender o denostar al Céline panfletario. Su enorme figura literaria va más allá del tiempo y de las querellas del siglo veinte, en el que le tocó vivir intensamente. Quizá le dedique dentro de poco un espacio a este asunto en Acotaciones.

François Vidocq, Les Mémoires de Vidocq, Les amis de l'Histoire, Paris, 1968 (dos volúmenes)

No se sabe, a ciencia cierta, en qué medida todo o parte de estas memorias es apócrifo o fue escrito por el propio protagonista. En todo caso resulta entretenidísmo seguir las descabelladas e increibles peripecias de este bala perdida, luego delincuente y más tarde comisario de Paris. Muchas veces citada como origen del relato detectivesco, las Memorias de Vidocq han proporcionado argumento a una película y son reeditadas en Francia con relativa frecuencia.

Rudyard Kipling, Simples contes des collines, Le livre de Poche (Stock), Paris, 1968.

Estos amenos relatos pertenecen a la primera época del Kipling observador de la vida del elemento colonial anglo-indio, muchos de ellos ambientados en la ciudad balnearia de Simla.

George R.R. Martin, Los viajes de Tuf, Ediciones B, Barcelona, 2006

Las inverosímiles aventuras del mercader Tuf, dueño por derecho de presa de la increíble nave llamada "El Arca", que perteneciera al extinto cuerpo de ingeniería ecológica de la Tierra, resultan muy divertidas. El autor demuestra un gran dominio del relato corto, de los personajes que lo pueblan y, por encima de todo, un sentido del humor que recuerda, como no, al difunto maestro Asimov.

Mickey Spillane
Corrida à l'ONU, Le livre de poche, 1978
In the baba, Le livre de poche (Fayard), 1976
L'irlandais haut le pied, Le livre de poche, 1977
Baroud solo, Le livre de poche, 1977
Dîtes-le avec des tueurs, Presses-Pocket, 1976

No vamos a descubrir ahora a uno de los maestros de la novela policíaca americana que ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo. Su creación más conocida para el público español es el detective privado Mike Hammer, cuyas aventuras fueron llevadas a la pantalla en un serial televisivo que TVE pasó con frecuencia en los años ochenta. Algunas de estas novelas están consagradas, sin embargo, a un segundo carácter, menos conocido, el ex-policía Tiger Mann, quien al igual que Hammer mezcla rudeza y crueldad con ciertas dosis de ternura, rasgos a los que se añaden unas excepcionales dotes para la resolución de enrevesados casos en los que el destino de un mundo sumido en la guerra fría se encuentra, como por casualidad, en su manos. Spillane también introduce a otro personaje del mismo corte, Ryan "El Irlandés".

Régis Jauffret, Microfictions, Gallimard, Paris, 2007

Quinientas historias, a cual más dura, en las que se narra con trazos de historietista el dolor y la náusea en la que vive gran parte de la sociedad actual. El autor, como Houellebecq o Beigbeder (cada uno en su estilo) nos muestra con crudeza y sin tapujos la cara más amarga de la vida a través de los rostros de cientos de personas que todos los días podrían pasar a nuestro lado, con la pretensión última de hacernos pensar por un momento en que acaso alguna de sus páginas pudiera contener nuestro retrato.