Consagrábamos la entrada anterior a la segunda época de la Colección Molino, continuadora de uno de los hitos principales de la novela popular en España. En efecto, su predecesora constituyó la colección de referencia para una generación de jóvenes lectores situados a caballo entre la pre y la postguerra, quienes pudieron disfrutar de algunas de las mejores obras de los maestros de la aventura en un formato moderno para la época, engalanado con la
obra de dibujantes que hoy forman parte de la historia de la ilustración popular en nuestro país. Entre ambas series se intercala el período argentino de la colección, que luego seguiría gozando de vida propia en el país austral. Sus portadas vendrán rubricadas por firmas tan ilustres como la del elegante Longoria, el infatigable Bocquet o el genial Emilio Freixas. Así, en julio de 1934, alentado por el éxito sin precedente alcanzado por la Biblioteca Oro, la editorial de la barcelonesa calle Urgel dió a la luz el primer número de la Colección Molino, cuya ilustración de portada, a cargo de Longoria, es en mi opinión una de las más logradas del maestro y una de las mejores de toda la historia de la novela popular en España. Ofrecida tanto con tapas blandas como duras, esta última ponía al alcance de quien pudiera pagar las 2,50 pts que entonces costaban, un toque de lujo en su biblioteca (la edición en rústica salió a 1,75 pts. pero 75 cts. de más suponían para el siempre modesto bolsillo del común lector de entonces un esfuerzo relativamente considerable).
La Colección Molino toma prestado el color rojo de sus portadas de la serie de la Biblioteca Oro denominada a partir de ese color, arrancando con un Verne hasta entonces patrimonio exclusivo de Sáenz de Jubera, Sopena y Bauzá. El fondo se enriquece con obras maestras de autores libres de derechos como Daniel Defoe, Jonathan Swift, James Fenimore Cooper o el Capitán Marryat. Llega la guerra y se inicia el conocido intermedio porteño de la editorial. En los talleres bonaerenses del 1650 de la calle Gorostiaga, Molino dará a la imprenta al menos tres volúmenes con las mismas características de la edición española (números 22, 23 y 24, con cubierta roja) prosiguiendo con la publicación de la colección homónima argentina (color azul claro), que se extenderá a lo largo de más de cien números. De regreso a España, Molino procederá a reeditar algunos de los títulos de preguerra y no será hasta 1943 cuando comience a publicar obras inéditas en la colección (número 21, que parece
quedó pendiente en 1936) para proseguir en septiembre de 1944 la publicación de algunos números con regularidad mensual (número 23, que ya había sido utilizado, como se ha dicho, en Argentina) y con total irregularidad en lo sucesivo. En noviembre de 1950 se pone fin a esta primera serie de la colección con el número 51, dando paso en 1952 a la nueva Colección Molino.
En la etapa de postguerra, la colección se centró principalmente en la edición de novelas de Karl May (recuérdese que Molino adquirió el fondo de dicho autor que Gustavo Gili poseía), escogidas entre las que no habían sido publicadas precedentemente dentro de los ciclos "Entre los pieles rojas" y "Por tierras del profeta". Se trata de las novelas originalmente tituladas "En el reino del león plateado", "Satán e Iscariote", "La caravana de esclavos", "En la cordillera", "En el Río de la Plata", "Naranjas y dátiles" y "Entre buitres", que fueron publicadas por Molino divididas en varios tomos, bajo diferentes títulos en castellano. Sirva como curiosidad señalar que el número 46 de la colección apareció por error con el número 45, de manera que existen dos novelas con el mismo número.
La originalidad de sus portadas, la excelente presentación (particularmente la edición en cartoné), el selecto elenco de títulos incluidos en la primera etapa y la publicación de novelas inéditas de Karl May en la segunda, fueron algunos de los argumentos que exhibiría la Colección Molino para constituirse como referencia en el segmento durante los períodos inmediatamente anterior y posterior a la guerra. Hoy es material indispensable para el coleccionista y fuente inagotable de solaz para todos aquéllos que, paradójicamente, constituimos una minoría de amantes de la añeja cultura de masas.
© Acotaciones, 2009