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lunes, 27 de julio de 2009

GASPAR Y ROIG: LA CONSOLIDACIÓN DEL GÉNERO DE AVENTURAS EN ESPAÑA

La novela de aventuras tuvo en España su primer período de esplendor en el último cuarto del siglo XIX con un ligero desfase respecto a otros países europeos y a los Estados Unidos. Merced al impulso editorial de un reducido número de libreros e impresores, los mejores títulos de autores ingleses, franceses y norteamericanos comenzaron a llegar a nuestro país, generalmente en forma de cuadernos por entregas de reducido precio, cuya calidad no obstante era relativamente alta. Las traducciones son en ocasiones verdaderos modelos de creación literaria. Prueba de ello es el hecho de que muchas de éllas han sido utilizadas por los editores hasta época reciente, con la sóla mención de la editorial como detentadora de los derechos sobre la traducción, de manera que los escritores, pues como tal debe ser considerado el traductor cuando realiza bien su trabajo, han permanecido en el olvido. Por ello, en Acotaciones nos esforzamos siempre que ello es posible en destacar el nombre de la persona a cuyo cargo ha estado la traducción. Al mismo tiempo, durante el período a que hacemos referencia, los cuadernos solían venir profusamente ilustrados con grabados y estampas de superior calidad, de manera que las ediciones presentan un doble interés, el de poder leer a los grandes de la aventura en un excelente castellano de finales del siglo XIX y el de poder recrear la vista con bellísimas ilustraciones de estilo decimonónico.

El estudio de las ediciones populares españoles en la segunda mitad del siglo XIX se halla aún en incipiente estado, de manera que el acceso a las fuentes es todavía limitado y el aparato crítico escaso y muy disperso. Las principales colecciones, muchas de ellas privadas pero algunas muy importantes en manos del estado, no han encontrado todavía el estímulo necesario para convertirse en la base de centros de documentación modernos y adecuados a las técnicas de investigación actuales. Los esfuerzos individuales de coleccionistas y aficionados realizados hasta el presente no encuentran apoyo institucional o carecen del impulso suficiente para cristalizar en iniciativas de mayor calado. Poco a poco, sin embargo, internet está abriendo progresiva, aunque desordenadamente, el acceso a una parte tan significativa de nuestro patrimonio cultural, pricipalemente para recreo de seguidores y aficionados a la novela popular, pero quién sabe si también como estímulo de jóvenes investigadores interesados en la introducción de nuevas áreas de conocimiento dentro del vasto panorama de la literatura contemporánea.

Sepan disculpar los amigos que nos honran regularmente con sus visitas y comentarios este tedioso exordio sobre el asunto que hoy nos ocupa y vayamos directamente al grano. A finales de los años sesenta de la decimonovena centuria varios libreros e impresores dan el salto a la edición propia de obras extranjeras del género de aventuras (no entraremos ahora en la discusión sobre si se trata de un género o de un subgénero), la mayoría de ellas, por no decir todas, firmadas por autores que ya habían demostrado durante los años precedentes que este segmento del mercado poseía un inmenso potencial, como se vendría a demostrar en las décadas siguientes. Entre ellos destaca muy señaladamente la casa editorial Gaspar y Roig (incluimos bajo esta denominación la de Gaspar Editores que sucedió a ésta), cuyo amplísimo fondo, compuesto por una variedad de obras que iban desde lo religioso a lo jurídico, pasando por obras históricas, diccionarios y manuales de muy diversa índole, se vio enriquecido desde finales de la década de los sesenta merced a la adquisición de derechos de edición en España e hispanoamérica de las obras de cuatro autores extranjeros de éxito. Nos referimos, claro está a Julio Verne, el Capitán Marryat. Gustavo Aimard y el Capitán Mayne Reid. Con la publicación de las obras de estos grandes de la aventura en las páginas de la colección matriz titulada "Biblioteca Ilustrada de Gaspar y Roig" (BIGR) se produjo un gran salto en la consolidación del género de aventuras como prolongación de otro de tradición más antigua, el de los viajes más o menos novelados. Decimos consolidación y no fundación, ya que con carácter previo a las mencionadas ediciones, los lectores españoles, en reducido número por no tratarse de ediciones populares, habían podido acceder a las obras de dos pioneros del género que preceden a los cuatro señalados anteriormente: James Fenimore Cooper y Daniel Defoe.

De este modo, la BIGR comenzó a publicar las obras de Verne (cuatro de ellas habían visto la luz previamente bajo otras enseñas editoriales) en 1868, las de Mayne Reid alrededor de 1870, las de Gustavo Aymard en 1874 (algunas habían sido publicadas por Bailly-Baillière) y las del Capitán Marryat en alguna fecha comprendida entre las anteriores. En las cubiertas realizadas en fino papel de distintos colores como estaba en boga entonces para el cuaderno por entregas como para el resto de ediciones, ya que se esperaba que el propietario decidiera encuadernarlos a su gusto, figuraba una leyenda diferente para cada una de las series, a excepción de la de Verne (color azul). Las obras de Mayne-Reid (color verde), estaban precedidas por la leyenda "Aventuras de Mar y Tierra", las de Aymard (color azul) con la de "Novelas Hispano-Americanas" y las de Marryat (color ocre), estarán simplente encabezadas por la leyenda "El Capitán Marryat". La mayoría de los cuadernos están compuestos por cuatro o cinco pliegos, dependiendo de la extensión de la obra. Una obra que generalmente se ofrecía por entregas, tal como había sucedido con la edición original, que podían estar subtituladas o no y que, incluso, podían figurar con un título diferente advirtiéndose en el frontispicio interior que tal o cual entrega constituía tal o cual parte del título principal. Son varios los traductores que trabajaron para la BIGR. Entre ellos se cuenta Nemesio Fernández Cuesta (uno de los que más obras de Mayne-Reid, Aimard, Verne y Marryat llegaron a traducir), Ángel Avilés, J.V. y Caravantes, Vicente Guimerá, A. Ribot y Fonseré (primeros títulos de Verne), Raimundo Fernández Cuesta o J. Sala. En cuanto a los autores de los grabados y estampas de las obras, los grandes desconocidos junto con los traductores, la BIGR utilizó generalmente para la serie de los "Viajes Extraordinarios" los originales de Riou, Roux y Bennet cedidos por Hetzel, mientras que para el resto de las series figuran en muchas ocasiones firmas españolas como las de Valeriano Bécquer (autor del frontispicio de las novelas de Mayne-Reid, cuyo grabador es Laporta), Zarza (que firma el de las novelas de Aymard), (¿Rafael?) Gimeno y Vicente Urrabieta (que figuran en el del Capitán Marryat). Está pendiente un estudio detallado de este importante aspecto de la edición popular decimonónica, algo que, por suerte, no sucede con los ilustradores y portadistas del siglo veinte, bastante más conocidos y estudiados que aquéllos.

Liquidada a finales de los años setenta la editorial Gaspar Editores, sucesora de Gaspar y Roig, los títulos del fondo correspondiente a Verne fueron, como es sabido, adquiridos por D. Agustín de Jubera y, a su muerte, detentados por sus herederos, quienes de ahí en adelante editarán y reimprimirán las obras de Verne bajo la denominación Sáenz de Jubera Hermanos. A ellos se debe la culminación de la publicación de la obra completa de Verne en castellano, los famosos catorce volúmenes encuadernados en tela roja con estampaciones, realizadas en distintas épocas por Calleja. Su emporio, declinante desde el momento en que otros editores importantes como Sopena y, más tarde Molino romperán su monopolio, verá su fin definitivo a finales de los años cuarenta del siglo XX con la pobre y descuidada edición de algunas obras de Verne en la colección de tapas amarillas. Las obras de Mayne-Reid pasarán al fondo de la Editorial Seix de Barcelona, que los seguirá publicando en forma de cuadernos y que será quien, más tarde, realizará la primera edición en castellano de sus obras completas, una preciosa edición en tela roja con estampaciones doradas, bajo la leyenda "En tierra y en mar - Aventuras maravillosas". Algunas obras de Mayne Reid fueron publicadas en los años veinte por Calpe, en una bonita edición en rústica, bajo la leyenda "Libros de Aventuras". Por lo que respecta a las obras de Gustavo Aymard, el editor Luis Tasso, de Barcelona, había publicado en 1875 algunos títulos del autor dentro de la colección "Biblioteca del Plus Ultra", pero no continuará con su publicación. Tras la disolución de la BIGR perdemos la pista de este autor hasta las ediciones que podemos considerar "modernas", como las de las colecciones "Viajes y Aventuras", de Maucci y "Grandes Autores", de Ameller. Finalmente, Marryat parece resurgir con la aparición de algún título suyo en la mencionada "Libros de Aventuras", de Calpe y, más tarde, en la "Biblioteca de Grandes Novelas", de Sopena, en la "Colección Molino", así como algún título más en "La Novela Azul", de Juventud y en "Viajes y Aventuras", de Maucci.

Hasta aquí un breve sumario de la historia de un editor, Gaspar, que contribuiría a consolidar el género de aventuras en nuestro país, haciéndolo accesible a un público más amplio al tiempo que salvaguardaba unos niveles de calidad que, poco a poco y con honrosas excepciones, irían abandonando las editoriales españolas especializadas en la novela popular. Queda por realizar la tarea más bella, y al mismo tiempo más difícil, la de ofrecer a los aficionados de hoy un elenco completo de las obras de los cuatro autores mencionados acompañado del inapreciable tesoro que constituyen los frontispicios y las ilustraciones interiores. En dicho afán estamos, pero la empresa requiere de la colaboración de otros apasionados del papel que quieran sumarse al modesto homenaje que desde Acotaciones pretendemos rendir al histórico editor.


© Acotaciones, 2009


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NOTAS

27 de julio de 2009

En el futuro, pretendemos abrir una integral de frontispicios, portadas e ilustraciones interiores de Verne en Gaspar y Roig/Gaspar y Agustín de Jubera/Sáenz de Jubera Hnos, pero los trabajos de captura de imágenes no van todo lo deprisa que quisiéramos. Por su dimensión más reducida, anunciamos sin embargo la pronta entrada en el blog de las "Aventuras de Mar y Tierra", de Mayne-Reid (Gaspar y Roig / Gaspar). Para ello disponemos de un listado de unos treinta y cinco títulos, algunos todavía sin datar, y podemos ofrecer por el momento imágenes de poco más de una docena de éllos, procedentes de nuestra colección. Si alguno de los amables seguidores de Acotaciones quisiera colaborar en la realización de este proyecto, sepa que es bienvenido desde ahora, pudiendo hacernos saber la naturaleza y alcance de su colaboración por medio de la casilla de comentarios que acompaña a esta entrada. Gracias por anticipado a todos ellos.

5 de enero de 2010

Agradecemos mucho la oportuna colaboración del poeta y ensayista Agustín Porras, quien ha tenido a bien llamar nuestra atención sobre uno de los errores (seguramente no el único) en los que incurríamos al atribuir a Laporta -quien realizó el magnífico trabajo de grabado- la autoría del frontispicio de las obras de Mayne Reid. El ilustrador no fue otro que el pintor sevillano Valeriano Bécquer, sobre cuyas ilustraciones en la BIGR acaba Agustín Porras de publicar un interesante libro (La mosca becqueriana, Olifante, Col. Papeles de Trasmoz, Zaragoza, 2009) del que podéis encontrar una reseña a cargo de Amador Palacios
aquí.

domingo, 10 de mayo de 2009

JULIO VERNE - AVENTURAS DE TRES RUSOS Y TRES INGLESES EN EL ÁFRICA AUSTRAL (1872)


Sin obedecer a orden o sistema alguno, tan sólo motivado por su relectura reciente, me decido a que ésta sea la primera obra del genial Julio Verne que someto a mis "Acotaciones". Si me hubiera dejado llevar exclusivamente por mi admiración a la obra del egregio maestro de la aventura nunca habría elegido "Aventuras de tres rusos y tres ingleses en el África austral" (edición príncipe, Hetzel, Paris, 1872) como apertura de una hipotética serie de entradas sobre los Viajes Extraordinarios. Me habría inclinado mas bien por el drama épico que subyace a un "Miguel Strogoff", por la doble e irrepetible epopeya que forman "Veinte mil leguas de viaje submarino" y "La isla misteriosa" o por la perfección en el relato alcanzada en "La vuelta al mundo en ochenta días". ¿Quién sabe?, acaso me habría podido decantar por el sentido de la fantasía propio de "Viaje al centro de la tierra", o puede ser que, otorgando primacía a otros valores, habría terminado por decidirme en favor del núcleo de humanidad que encierran cualquiera de estas otras dos obras maestras: "Los hijos del capitán Grant" y "Un capitán de quince años". Pero no..., no ha sido así, los azares del destino, o quizá el capricho de un cronista insomne, son los que han determinado que sea esta novela, cuyo desarrollo se muestra por momentos tedioso y cuyos personajes aparecen dibujados con perfiles difusos, a la que correspondiese el honor de inaugurar el mencionado serial.

El argumento es relativamente simple. Nos encontramos en vísperas del estallido la guerra de Crimea, e Inglaterra y Rusia, dos de las potencias que intervendrán en el conflicto, deciden organizar una expedición conjunta que llevará a seis expertos, acompañados por un guía bosquimano, al África austral, con el fin de medir el arco meridiano a la altura del desierto del Kalahari y contribuir así a la fijación del metro patrón universal. A través de descripciones ciertamente someras y bastante pobres desde el punto de vista literario -algo, es preciso decirlo, no muy usual en Verne- el visionario escritor pretende mostrar al lector las tierras que riega el Zambeze y sus desiertos aledaños, añadiéndole algo de acción y, siguiendo su costumbre, realizando cuidadosas descripciones de las tierras que describe.

En primer lugar, es preciso señalar que la repetición de pasajes relativos a las mediciones del meridiano termina por aburrir al lector. Entretendrá probablemente a los apasionados de la geodesia, pero se le hará pesado al resto. En segundo término, el recurso literario consistente en convertir en antagonistas a dos de los personajes al objeto de mantener una cierta tensión dramática, utilizado por Verne en varias obras, fracasa en esta novela de manera estrepitosa, pues en el caso que nos ocupa se traduce en una maniobra en exceso artificiosa. La excusa se presenta con motivo del desencadenamiento de la guerra de Crimea, a raíz de cuyo conocimiento por los periódicos el jefe del equipo inglés (coronel Everest) se enfrenta con el del equipo ruso (Dr. Strux), invistiéndose ambos a partir de entonces de un sentido de la dignidad nacional rayano, dada la situación y el lugar en que se encuentran, en el más completo ridículo. Es cierto que puede entreverse aquí cierta intención antibelicista por parte del autor, posición que encuentra apoyo en la actitud amistosa y razonable de los dos miembros más jóvenes del equipo (el inglés Emery y el ruso Zorn).

Del conjunto de los cuadros secundarios que componen la novela realmente vale la pena destacar tan sólo algunos episodios cinegéticos, así como la divertida escena de la persecución del babuino que roba el cuaderno de mediciones al estúpido calculador ruso Pallander, quien representa el arquetipo bufonesco dentro del relato. Sin embargo, entre el elenco de personajes merece una mención extraordinaria el salvaje Mokum, cuya inteligencia y sagacidad pondera Verne repetidamente a lo largo de la novela. En efecto, el cazador bosquimano demuestra conocer mejor que nadie el terreno que pisa (de acuerdo con la ficción, habría acompañado al misionero y explorador escocés David Livingstone durante sus primeras expediciones por la región y lo haría en las venideras). Tiene soluciones para casi todo (recuérdese como resuelve la disputa entre los dos cargantes sabios al respecto de por dónde ha de trazarse la triangulación cuando topan con una selva) y contribuye de manera directa a librar a la expedición de innumerables peligros (mata al elefante, acuchilla al babuino, identifica al espía makololo, recurre al expediente de dar de comer hormigas a los hambrientos expedicionarios durante el sitio del cerro). Además Verne nos lo describe como ventajista y algo socarrón (no olvidemos el episodio de la apuesta con John Murray sobre la muerte del rinoceronte con un único disparo). Por otro lado, la oposición salvaje bueno / salvaje malo, es presentada de forma directa y sin comedimiento alguno. Mokum y, en general, los nómadas bosquimanos aparecen como seres pacíficos y hospitalarios, mientras que los makololos, sus enemigos jurados, son taimados y sanguinarios, por lo que merecen una muerte aún menos honrosa que la de las fieras (son ametrallados en masa durante el sitio final). El guía bosquimano se muestra siempre diestro en el manejo de todo tipo de armas, incluidas las automáticas, así como reputado perito en el rastreo de pistas cuando de perseguir una pieza se trata.

En clara oposición a aquél, el cazador blanco (aquí el inglés John Murray) es retratado como un carnicero sin escrúpulos (lo mismo se vale de munición de grueso calibre que utiliza balas explosivas).
Además, se muestra poco preciso, no obstante la fama que le precede (en un tiro crucial frente a varios leones que cierran el paso, solo consigue herir a uno en una pata), y se está obsesionado con la idea de matar animales (véase el gran número de disparos que realiza sobre el rinoceronte al ser retado por el sagaz bosquimano, cada uno de ellos seguido de una apuesta mayor). Finalmente, contra la costumbre del autor nantés, destaca como curiosidad el hecho de que no aparezca ningún francés entre los personajes que toman parte en la acción. Tan sólo se hace referencia, eso sí encomiástica, a los trabajos geodésicos precedentes realizados por astrónomos franceses en la carrera por encontrar la medida exacta del meridiano.

"Aventuras de tres rusos y tres ingleses en el África Austral" es, en suma, uno de los Viajes Extraordinarios que en menor medida hace honor a dicho apelativo, aunque no deja de aportar referencias útiles al lector contemporáneo. Por ejemplo, resulta conveniente releer el pasaje en el que Mokum hace arder la selva al objeto de entender que en el mundo salvaje pueden darse comportamientos alejados de la norma en el mundo desarrollado, sin que por ello el equilibrio ecológico corra necesariamente peligro. El conservacionista de hoy se llevaría las manos a la cabeza con el proceder del indígena, quien no mide su acción en términos del hipotético impacto de la misma sobre el ambiente global, ni se muestra en absoluto preocupado por la preservación de los seres vivos y de su hábitat, como hoy lo harían quienes dictan rigurosas normas para protegerlos, contribuyendo al solaz y recreo de las razas del mundo desarrollado. El negro bosquimano tan sólo utiliza la tierra para vivir y comer de élla. Siendo pocos, entonces como ahora, los hombres que habitan esas regiones, cabe pensar que quizá puedan permitirse de vez en cuando el uso del ancestral procedimiento de la quema de la floresta. Una técnica, por cierto, más propia de grupos sedentarios que de comunidades nómadas, como aquélla a la que pertenece el simpático "hombre de los bosques" pintado por Verne, auténtico protagonista de la obra y digno de formar parte de la galería de personajes vernianos inolvidables.

© Acotaciones, 2009

viernes, 17 de abril de 2009

COLECCION MOLINO - SEGUNDA SERIE (41-48)

Números 41 al 48

41 Karl May El rey de los cafres
























42 Emilio Salgari El tesoro de los incas

























43 Julio Verne Aventuras de tres rusos y tres ingleses

























44 Emilio Salgari A bordo del "Taimyr"

























45 Julio Verne Viaje al centro de la tierra
























46 Karl May La secta del dragón

























47 Julio Verne La Jangada
























48 Emilio Salgari El continente misterioso